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Blogs Tras un biombo chino por Pablo M. Díez

Dazu, el paraíso de la espiritualidad oriental

Pablo M. Díezel

A 165 kilómetros al oeste de Chongqing, una caótica e infernal megalópolis de más de 30 millones de habitantes enclavada en el sur de China y bañada por las aguas del mítico río Yangtsé, se encuentra lo más parecido que hay en la Tierra al paraíso de la espiritualidad oriental. Se trata del yacimiento de Dazu, un espectacular conjunto monumental formado por nada más y nada menos que 50.000 esculturas y 100.000 inscripciones labradas en plena roca natural hace ya trece siglos.
Aunque en el norte del país hay otros lugares similares e incluso más antiguos, como las cuevas budistas de Dunhuang, Yungang y Longmen, la particularidad de Dazu reside en que sus estatuas de piedra representan en perfecta armonía a las tres principales corrientes filosóficas y religiosas de Asia: el confucionismo, el budismo y el taoísmo. Por ese motivo, y debido también a su deslumbrante belleza, la Unesco no dudó en diciembre de 1999 en declarar Patrimonio de la Humanidad a tan espectacular muestra del arte rupestre chino, imprescindible para comprender parte de la milenaria historia de esta exótica nación.

Diseminadas por más de 40 puntos del condado de Dazu, en este auténtico museo al aire libre hay piezas que abarcan desde la dinastía Tang (618-907) a la Song (960-1279) y que, en un inaudito prodigio de técnica y creatividad, fueron esculpidas en los acantilados de los montes Beishan, Baodingshan, Nanshan, Shizhuanshan y Shimenshan. Los principales grupos artísticos, que comenzaron a ser tallados en el año 650 y alcanzaron su máximo esplendor entre el siglo IX y mediados del XIII, se localizan en Beishan (Colina del Norte) y, sobre todo, en Baodingshan (Colina del Tesoro en la Cima).

La primera montaña, que fue originalmente un campamento militar donde un general ordenó cincelar las primeras figuras en las rocas, reúne más de 10.000 imágenes de Budas y Bodhisattvas (aquellas personas movidas por la compasión que buscan la iluminación). Aquí se puede apreciar perfectamente la evolución del arte rupestre chino, desde la barroca decoración de las estatuas datadas en la dinastía Tang hasta la esbeltez y la proporción de formas consumadas bajo la estirpe Song, pasando por la sutileza y el ingenio del periodo intermedio de las Cinco Dinastías (907-960).
Pero, debido a su estado de conservación y a su descomunal tamaño, donde este singular vestigio del pasado alcanza su máxima expresión es en el bosque que rodea al monte Baodingshan, que alberga otras 10.000 esculturas fechadas durante la dinastía Song. Erigidas desde 1174 hasta 1252 bajo la dirección del monje Zhao Zhifeng, dichas estatuas labradas en piedra son las únicas que quedan en China de la secta secreta Bodhimandala, una oscura variante del budismo tántrico que desapareció hace 400 años y que practicaba sus rituales esotéricos en este sobrecogedor paraje.

Y es que al fondo de este precipicio de más de 100 metros, coronado por un coqueto monasterio con puntiagudos techos de madera, serpentea un sendero en forma semicircular arañado en la rocosa pared de la montaña a lo largo de casi medio kilómetro. Todo el recorrido por esta vereda de piedra está plagado de diferentes figuras distribuidas en torno a un majestuoso buda tumbado de 31 metros de largo y cinco de alto.
Como si se tratara de una verdadera galería de arte al descubierto, los bustos y esculturas, adornados con vivas pinturas cuyos colores aún se conservan, no sólo representan a monjes y desarrollan motivos religiosos, sino que incluyen a emperadores, príncipes, ministros, funcionarios de la corte, ricos hombres de negocios y pobres campesinos en escenas sumamente detalladas de la vida cotidiana de aquella época.

Lejos de reproducir imágenes espantosas, las estatuas, en su mayoría ataviadas con elegantes y lujosos vestidos, transmiten una sensación de serenidad y benevolencia para reflejar de manera conjunta las doctrinas religiosas y filosóficas del budismo, el taoísmo y el confucionismo. Tan abigarrado eclecticismo permite al visitante seguir visualmente la larga historia de encuentros y desencuentros de estas tres corrientes.
Junto al buda reclinado, que encarna el significado del nirvana, destaca una pequeña cueva que acoge a una diosa de la misericordia de oro (Avalokiteshvara o Guanyin). De esta misteriosa figura sobresalen la friolera de 1.007 brazos que, entrelazados unos con otros, se extienden hacia el cielo abriendo el ojo que cada uno de ellos porta en su mano como símbolo de sabiduría.

La riqueza del conjunto monumental es tal que combina imponentes figuras de ocho metros de altura con delicados relieves de apenas unos centímetros modelados en la roca, así como miles de caracteres en mandarín con las enseñanzas recogidas en los sutras y con crónicas escritas en la piedra que constituyen un incalculable tesoro documental. Así, además de deleitarse con esta joya artística, el embelesado viajero que recorre las grutas de Dazu puede encontrarse con acertados consejos espirituales como éste: Uno puede liberarse a sí mismo de las preocupaciones terrenales mediante el refinamiento personal y no necesita ir más allá de su propio mundo interior para encontrar la verdad del budismo.
Otro de los valores fundamentales del yacimiento radica en que, a diferencia del centenar de pequeñas cuevas similares localizadas en China, en Dazu prima un diseño y un orden previamente establecidos, por lo que las figuras, relacionadas unas con otras en diversos cuadros escénicos, no se repiten ni una sola vez y aprovechan las características naturales y la geografía de la zona.
Es el caso de las estatuas del monte Nanshan, donde, además de una representación casi completa del panteón budista, puede contemplarse en toda su extensión y elegancia el desarrollo de la escultura de inspiración taoísta entre el siglo XI y mediados del XIII.

Por su parte, en el grupo de imágenes talladas en los barrancos de la montaña Shizuanshan predomina la figura de Confucio, lo que no es nada frecuente en este sistema de pensamiento oriental.
Además del abrumador placer estético que reporta Dazu, la armonía del entorno proporciona al alma del viajero la placidez que todas las religiones y filosofías prometen al ser humano en sus particulares reinos de los cielos o nirvanas. Sin duda, todo un oasis para el espíritu que aquí, además, hay que multiplicar por tres al coexistir los respectivos paraísos del budismo, el confucionismo y el taoísmo.

Además del valioso yacimiento de Dazu, en China existen otros cien conjuntos monumentales con estatuas talladas en la roca natural de las montañas o de las cuevas. Dichas figuras tienen su origen en la propagación del budismo en este país alrededor del siglo III, que trajo consigo el arte de la antigua India y su tradición de labrar la roca. Dichas técnicas, denominadas Gandhara e influidas por la escultura griega que Alejandro Magno difundió por Asia Central durante el siglo IV antes de Cristo, fueron asimiladas por los artistas chinos.
Así, entre los siglos IV y V se vivió el primer periodo de auge de este tipo de estatuas en el norte del gigante asiático, donde destacan las famosas Grutas de Yungang. Erigidas en la ciudad de Datong, provincia de Shanxi, por casi 40.000 artesanos que trabajaron desde el año 453 hasta el 523, las 51 cuevas abiertas en un acantilado de un kilómetro de largo en el monte Wuzhou albergan 50.000 estatuas. Entre ellas, destacan los budas emperadores de 13 metros de altura que representan a los monarcas de la dinastía Wei del norte (386-584), que instauró el budismo como la religión oficial del Estado.

En el año 494, dicha estirpe trasladó la capital desde Datong hasta Luoyang. En esta ciudad de la provincia de Henan continuaron, e incluso mejoraron, la obra iniciada en Yungang en las también colosales grutas de Longmen. Durante los siglos posteriores, y adentrándose en la dinastía Tang (618-907) y en la Song del norte (960-1125), se esculpieron más de 100.000 imágenes de Buda en las 2.300 cuevas horadadas a lo largo de un kilómetro en la garganta que atraviesa el río Yi.
Datadas en el año 336, las grutas de Mogao en Dunhuang (provincia de Gansu) son el último gran exponente de este tipo de arte al aglutinar 735 cavernas decoradas con frescos y 2.000 figuras coloreadas de Buda que se extienden por un área de 45.000 metros cuadrados y a lo largo de 1.700 metros en la pared de un cañón.
Al igual que Dazu, posterior en el tiempo, estas tres hermanas mayores también han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, engrosando la lista de 31 tesoros culturales que convierten a China en el tercer país del mundo, tras Italia y España, con más reclamos artísticos. Todo ello a pesar de que, con el paso de los años, los expoliadores y, sobre todo, los estragos causados durante la Revolución Cultural, han destruido buena parte de estos vestigios del pasado.

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