En realidad, nadie quiere solucionar el problema de Corea del Norte. No le interesa al régimen estalinista de Pyongyang porque solo las armas atómicas le permiten sobrevivir. Kim Jong-un no es tan irracional para atacar primero, como muchos piensan erróneamente, porque sería su aniquilación. Estados Unidos tampoco intentará derribarlo porque Kim moriría matando y causaría una carnicería en Corea del Sur y Japón.
Tampoco le interesa a la Casa Blanca porque, en caso de que las cosas vayan mal en casa, siempre viene bien una crisis en el exterior, que además le sirve para mantener su alianza militar y suministro de armamento a Japón y Corea del Sur. En ambos países, tanto la amenaza de Pyongyang como las promesas de distensión son utilizadas electoralmente por sus respectivos partidos conservadores y liberales.
Rusia, de quien Japón sospecha que ayuda a Kim III más de lo que se sabe, se pone de perfil y pide diálogo a Trump, a sabiendas de que le abre otro frente de tensión constante.
A quien más le convendría una solución del conflicto es a China, que antes lo usaba como moneda de cambio ante Washington para ejercer de mediador, pero ahora tiene a sus puertas el escudo antimisiles desplegado por el Pentágono en Corea del Sur. Aun así, Pekín prefiere los quebraderos de cabeza que le causa el régimen con sus ensayos nucleares y de misiles que una guerra que le traería a su frontera a los hambrientos refugiados norcoreanos y a los marines estadounidenses.
Pero a nadie le convendría más el fin de la tensión que a los pobres norcoreanos.
PD: Y tampoco nos interesa a los periodistas porque Corea del Norte nos da muchos titulares.
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