Sergio Ramos es la diana del fútbol europeo. El capitán del Real Madrid paga los ataques contra él mismo y, en el fondo, contra el Real Madrid, que es la meta final de tanto acoso.
El central ha sufrido la agresión diaria y peligrosa a partir de la final de la Champions, tras la jugada con el egipcio Salah. A partir de ese momento tanto el Liverpool, como Egipto, como el mundo radical islámico, atacaron al sevillano de manera constante, como si fueran víctimas de todos los males de este mundo. Ahora, la situación de estas falsas irregularidades en el control antidopaje son el último exponente de un acoso que en el fondo persigue al Real Madrid, porque porque el PSG y el fútbol inglés no pueden admitir que un club que no se gasta millones en fichajes desde hace cuatro años haya conquistado cuatro Champions en cinco años.
La Premier y el club francés tienen el dinero por doquier para intentar ganar la Copa de Europa y el conjunto español les deja en ridículo al triunfar en la Liga de Campeones de Europa de manera perenne, en una demostración de que no hace falta gastarse 300 millones cada año para ser campeón continental.
El mejor equipo del mundo del último trienio soporta el ataque contra Ramos, que en realidad es el último capítulo de esta envidia que sufre el Real Madrid por ganar, ganar y ganar, que diría Luis Aragonés.
El Real Madrid y Ramos han demostrado que nunca hubo un control antidopaje negativo para el futbolista. La Agencia Mundial Antidopaje y la UEFA lo han confirmado, pero los ataques se suceden. En la Premier y en el fútbol francés se aprovechan del jaleo armado para atacar al mejor equipo del mundo, el más odiado por ser el mejor de manera reiterada.
Ramos soporta todos los ataques, es muy fuerte mentalmente, pero es humano. El fin de este acoso es atacar al Real Madrid. Pero, como dicen en el club, “si se meten con nosotros es que vamos bien”. Cabalgamos, Sancho.
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