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Blogs Tiro al blanco por Tomás González-Martín

Cruyff se marcha a la vera Di Stéfano

Tomás González-Martín el

Fue el culpable del golpe psicológico que sufrió el Real Madrid en el ecuador de la década de los setenta, cuando el Barcelona goleó a los blancos por 0-5 en el Bernabéu y el estadio, noble, deportivo, aplaudió al holandés y a los azulgrana por su fútbol, como hicieron treinta años después cuando Ronaldinho protagonizó otra exhibición similar en el coliseo madridista.

Cruyff despertó al madridismo durmiente. Demostró que el fútbol del Real Madrid  se había quedado obsoleto. Le hizo reaccionar. Y la casa blanca reaccionó. Venció al Barcelona por 4-0 en la final de Copa. El holandés era el mejor futbolista del mundo. Le faltó un Mundial, como le falta a Messi. Debe ser un sino del barcelonismo. No ganó el Mundial de Alemania 1974 porque se lo quitó Beckenbauer. No quiso ir al Mundial de Argentina, enemigo de la dictadura de Videla, y Holanda volvió a ser finalista, aunque debió triunfar en aquella Copa del Mundo.

Como entrenador también triunfó al frente del Barcelona. Puso la espita del estilo de juego que ha brillado en décadas posteriores con Xavi Hernández, Iniesta y Sergio Busquets. Siempre tuvo, no obstante, un complejo frente al Real Madrid. Cuando su Barcelona perdía frente a los blancos montaba un escándalo en la banda para provocar su expulsión e intentar justificar las derrotas en los arbitrajes. Ya se sabía su táctica y ya no colaba. Precisamente, hoy se dice que el Barcelona ha olvidado el victimismo que explotaba Johan hace unas décadas para juga a ganar sin justificaciones ni demagogias como las que el holandés utilizaba cuando fracasaba.

Ha muerto el primer gran futbolista moderno. Hizo evolucionar al Real Madrid, enquistado en un fútbol antiguo. Hay que agradecérselo, aunque criticara tanto y eternamente a la casa blanca. Criticaba hasta a Ronaldo para alabar a Messi. Era un error. Podía elogiar a los dos y decir que prefería al argentino. Fu su mayor defecto, su antimadridismo sanguíneo. Di Stéfano le enseñará desde el cielo que no hay que odiar.

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