Tomás González-Martín el 14 jun, 2016 Las residencias de jugadores Valdebebas cuelgan fotos de Zidane, de Raúl, de Di Stefano. En la biblioteca del primer plantel hay juegos, recuerdos de las primeras cinco Copas de Europa y libros abiertos con la imagen de Puskas, cuyos cañonazos le convirtieron en el otro gran goleador de la época que engendró la leyenda internacional, junto a Alfredo. Ellos crearon esa leyenda. A los chavales que viven en la residencia de canteranos se les cuentan las historias de éxito, labradas en el trabajo, que ejemplifican Raúl y Carvajal. Ahora se les relata también un caso actual que los chicos, tanto los residentes como los cientos que juegan en La Fábrica y duermen en sus casas, han vivido en tiempo Real: el triunfo de Lucas Vázquez. Los muchachos han visto jugar esta temporada al gallego, que no solo es delantero, un fino extremo que da pases de gol a Cristiano, sino que también es centrocampista defensivo y es capaz de rendir a la perfección como lateral derecho. Es el futbolista multiusos que los entrenadores desean. La historia de Lucas se la beben los niños como el maná que otorga la esperanza soñada de llegar a lo más alto, como él. Lucas tuvo que marcharse cedido al Español para disfrutar de partidos y demostrar su valía. El coruñés jugó muy bien de blanquiazul. Un extremo que rompe, regatea y concede asistencias ideales. Regresó al Real Madrid de Benítez y se ganó paulatinamente el puesto hasta ser fijo. Vino Zidane y volvió a empezar de cero. Este es el capítulo más bonito del relato para los chicos. En vez de hundirse, en vez de quejarse de su falta de minutos como hacían otros jugadores, Lucas continuó trabajando con la disciplina que define su carácter profesional. Pasó mes y medio en el ostracismo. Y a finales de febrero volvió al equipo para no dejarle ya hasta final de temporada. El gallego jugó en la imprescindible catarsis de la visita al Levante, tras perder 0-1 con el Atlético. En el estadio Ciudad de Valencia fue protagonista de una reacción en la Liga que supuso que el Madrid no perdiera desde el derbi ningún partido en el campeonato nacional. De hecho, los blancos solo cayeron una vez en tres meses, el 2-0 en Wolfsburgo, resuelto con l 3-0 en el Bernabéu. El chico más famosos de Curtis se ganó los minutos cada tres días. Y en la final de la Champions patentó su personalidad. El suplente más rentable pidió a Zidane lanzar uno de los cinco penaltis. Le dijo a su jefe que deseaba hacer algo importante. Que él tiraba el quinto. Zinedine le contestó que Cristiano protagonizaría el último lanzamiento, pero que Lucas dispararía el primero, igualmente decisivo. Y allí fue Lucas. Cogió el balón y lo giró en su dedo como un malabarista de circo. La imagen demostraba su confianza. Tiró y engañó a Oblak. Fue el pionero de la Undécima. Un triunfador. Un ganador. Del Bosque se lo ha llevado a la Eurocopa como ejemplo final de la evolución de un joven moldeado en La Fábrica. Otros temas Comentarios Tomás González-Martín el 14 jun, 2016
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