En una reflexión pausada, que comenzó hace tres semanas, el Real Madrid analiza que habría ganado la Liga si Zidane hubiera llegado a dirigir el primer equipo nada más sufrir el 0-4 del clásico, el 21 de noviembre. No por la derrota, sino porque el fiasco era la consecuencia de un mal ambiente entre Benítez y media plantilla que fue patente ya dos semanas antes, el 8 de noviembre, cuando los blancos perdieron 3-2 en el Sánchez Pizjuán sevillista y James, autor de un golazo tras jugar la última media hora, dijo que estaba en condiciones de ser titular. No era una discordia individual. Isco, Kroos, Jesé, Carvajal, incluso Ramos y Cristiano, expusieron posteriormente que el técnico madrileño era muy abrupto en su comportamiento con los futbolistas y que les intentaba imponer un sistema defensivo de robo y contragolpe que no matrimoniaba con el estilo cualitativo de un plantel integrado por futbolistas de clase y ataque.
El club tardó en realizar un cambio de entrenador que le ha podido costar la Liga porque quería dar otra oportunidad a un preparador muy madridista que se había encontrado con una injusta oposición mediática desde que se anunció su fichaje.
El 0-4 del clásico fue la confirmación de un imposible. Benítez pedía al equipo que se echara atrás. Los jugadores comentaban que en cuanto marcaran un gol quería que esperaran al rival, le cedieran el balón y buscaran el segundo tanto a la contra. El fracaso en Villarreal, 1-0, el 13 de diciembre, fue el final para Rafa. Estaba tan claro que hasta el polémico Marcelino García Toral defendió a su amigo Benítez, que le enseñó mucho en etapas anteriores, y manifestó que el Real Madrid mereció el empate.
El club blanco esperó tres jornadas para despedirlo, el 4 de enero, tras empatar en Valencia. Otros dos puntos perdidos. Vino Zidane. Y se acabó el mal ambiente interno. Y el fútbol destructivo como norma. El Real Madrid volvió a jugar al ataque. Lo que sí exigió a sus hombres fue presión alta y defensa de todos. Le costó imponerlo. Le costó siete puntos, dos empates, en el Villamarín y La Rosaleda, y la derrota en el derbi por 0-1. Le costó la Liga. Si hubiera llegado antes al cargo, habría solucionado más partidos. A James e Isco les costó el puesto.
Zidane ha conseguido que el Real Madrid luchara por la Liga, cuando estaba descartado, al vencer 1-2 en el clásico del Camp Nou y provocar un tsunami en el Barcelona que supuso que el Atlético y los blancos se colocaran a rebufo de los azulgranas en el campeonato. El entrenador francés logró también que su equipo alcanzara la final de la Champions gracias a un sistema de ataque que taponaba muy bien las bandas en defensa. Tras el 2-0 de Wolfsburgo, sus hombres remontaron 3-0 en el Bernabéu. Y ante el City empataron sin goles en Manchester y vencieron 1-0 en la capital de España. Tres partidos de Copa de Europa sin recibir un tanto en contra. Las dos grandes aportaciones de Zinedine al club son la armonía con la plantilla y ese sistema de ataque que defiende mejor que nunca y que ha corregido debilidades en la retaguardia.
Alfredo di Stefano fue el autor de los derechos de una frase majestuosa: la mejor defensa es el ataque. Zidane la aplica, pero con esa prudencia en la zaga, al estilo italiano, el que Zizou vivió en la Juventus, que el francés ha inyectado como contrapunto en el ideario ofensivo madridista. Pero qué bueno que viniste, diría Don Alfredo hoy. Zinedine ha solventado los problemas internos de comprensión con Benítez y ha devuelto al conjunto el fútbol de los goles. Recordemos que, con Rafa, el Madrid empató a cero en El Molinón y a cero frente al Málaga en el Bernabéu. Cuatro puntos menos. Miren qué es difícil que los blancos no marquen en un encuentro, y sobre todo en su estadio. Esos dos meros puntos frente al Málaga en Chamartín le habrían dado la Liga. Qué bueno que viniste, como diría Don Alfredo. Pero vino tarde. Ahora le queda la Champions, justo catorce años después de marcar aquel golazo en Glasgow cuya imagen define la competición. Don Alfredo, en 1960, junto a Pancho Puskas, hicieron de Glasgow la capital de la Copa de Europa eterna con aquel 7-3 al Eintracht que la BBC televisa todas las Navidades por catalogarlo como el mejor partido de la historia. Di Stefano marcó tres. Puskas, cuatro. Hasta en eso era elegante Don Alfredo. El mejor jugador de la historia del club no lo acaparó todo.
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