
Un tipo está seguro de que su mujer le pone los cuernos. ‘Se fue a hacerse las trenzas (supongo que en la cabeza) pero estoy convencido de que estuvo con un hombre’. Cuando volvió a casa, la tÃa, que debe de ser más bien espesa, se limpió con toallitas (y no las tiró por el wáter). Mujer, las toallitas son para usarlas donde no hay baño, so guarra. El caso es que luego el tÃo fue a olerlas (‘pensarás que soy un poco guarrillo’, le dice al presentador; el presentador no sé, yo sÃ). Y, claro, olió a semen (también comprobó que tenÃan restos color rosa). Otro dÃa encontró un vello púbico en la cama matrimonial. ‘Y no era mÃo, porque los mÃos son más rubios’, advierte. Y también flujo vaginal en la sábana. De verdad que La hora de la verdad es apasionante. Es como CSI Rastros Orgánicos. Luego comprobó que su esposa se puso óvulos antihongos, lo que para él también es sÃntoma de infidelidad. Y ya la última prueba era que le habÃa pillado en el móvil un mensaje multimedia consistente en una foto de un maromo de cintura para abajo. ‘Con el pene en la mano’. Para que luego digan que el romanticismo ha muerto. Lo mejor es que cogieron el móvil y desde el plató llamaron por teléfono al remitente, pero, claro, nadie contestó. Seguramente el interesado seguÃa teniendo la mano ocupada. Y el presentador, impertérrito (y yo creo que con rimmel), pregunta a la mujer: ‘¿Tú sabÃas que una vez que te limpiaste tus partes Ãntimas, Vicente olió las toallitas?’. A continuación salió un señor casado con una rusa (‘la puta rusa’, decÃa ella que la llamaba la familia de su marido). Éste iba más allá de la infidelidad. Un dÃa llegó a su casa y estaba todo revuelto y lleno de pelos. TenÃa dos explicaciones. O bien, su mujer (‘la puta rusa’) habÃa organizado una orgÃa. O bien, habÃa rodado en su hogar una pelÃcula porno. Es lo que pensarÃamos todos. Amos, amos, amos, que dirÃa Belén Esteban.
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