Este es el título de una de las novelas toledanas de Félix Urabayen, ese escritor casi desconocido para el gran público que un grupo de «locos románticos» ha puesto de moda en las últimas semanas. Coordinados por el escritor Jesús Fuentes y con el firme apoyo de la Biblioteca de Castilla-La Mancha -que dirige Juan Sánchez-, aquel escritor navarro enamorado de la ciudad del Greco está siendo, poco a poco, rescatado del olvido de la mano de periodistas, escritores e historiadores que propugnan la reedición de su obra, ahora imposible de encontrar en librerías y solo accesible en bibliotecas y tiendas de viejo. En Toledo la despojada, Urabayen aborda el saqueo artístico de Toledo, consentido por las autoridades y perpetrado por las «larvas» locales, entre las que él incluía desde anticuarios y chamarileros al mismísimo Arzobispado.
Recuerda ahora esa crítica feroz por la pérdida del patrimonio artístico de la bella ciudad del Tajo a lo que ocurrió con muchas obras del Greco durante el siglo pasado, que salieron de iglesias y conventos por obra y gracia de ese «gusanerío urabayano» que se frotaba las manos de la codicia y se aprovechaba de la miseria en que vivían muchas comunidades de monjas de clausura, en cuyos conventos los preciados grecos vivieron durante siglos. Prueba de ello es la diáspora artística que se generó en Toledo con las obras del cretense, las mismas que ahora han emprendido camino de retorno a la capital de Castilla-La Mancha gracias al IV Centenario de su muerte, pero que veremos marchar para siempre en unos meses.
El mismo título que ese libro de Urabayen, Toledo la despojada tiene un impresionante cuadro del pintor Guerrero Malagón, cuyos cielos tormentosos recuerdan tanto a los del Greco. El artista, asiduo lector del navarro, compartía con él el amor por Toledo, pero también el dolor por la ciudad engañada, burlada y despojada durante tanto tiempo de su más pura esencia. El cuadro refleja un personaje repugnante, una especie de hombre del saco que lleva a rastras a la ciudad entera, al Toledo de pasado esplendoroso y valiosos monumentos y obras de arte, incapaz de evitar su rapto. Ni la fuerza poética de las bellas hadas que cuelgan del saco, y que bien podrían ser las ninfas del Tajo de Garcilaso de la Vega, pueden impedir el expolio de la ciudad entera, de ese Toledo dormido que un día se olvidó de un escritor llamado Félix Urabayen y que ahora un grupo de intelectuales trata de despertar.
Otros temas