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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Paz y amistad

Rafael Cerro Merineroel

Mi vecina presentaba un curioso automatismo: cada vez que yo abría la puerta, aunque fuera en silencio, ella entreabría la suya para olisquear lo que pasaba en el rellano. No le bastaba con otear a través de la mirilla. En tiempos de mi abuela, la gente amistaba por proximidad. Es decir: no con la persona más afín, sino con la que el azar convertía en inquilina del piso de al lado. Mi hija de once años y su íntima son BFF, acróstico de la frase amigas para siempre en inglés. Desde que eclosionaron las redes sociales, todo el mundo es amigo de todo el mundo. Ignoro cómo responden esas amistades exprés cuando hay un problema, pero Quevedo ya decía hace cuatrocientos años que el amigo ha de ser como la sangre, que acude a la herida sin esperar a que le llamen.

Facebook es una forma de amistad que consiste en “tengo derecho a mi minuto de gloria y voy a enseñarle al mundo la tapicería de pavos reales del sofá grande del salón”. Mi amigo diferente @FitoHumorista camina por las redes sociales, pero estupefacto: “Yo creía que, para que dos fueran amigos, tenían que conocerse primero”. Pues no: ni siquiera hace falta saber cómo se llama el otro. De hecho, a menudo sobra el nombre y basta con ver un alias y apretar un botón en la pantalla. Alguno pensará que simplemente se ha ampliado el campo de referencia y ahora el término sagrado amigo se aplica a casi todos los con0cidos. No estoy tan seguro, porque esta palabra siempre fue semánticamente lábil. El Diccionario de la Academia dice que amigo se utiliza también como tratamiento afectuoso  “aunque no haya verdadera amistad”. En vacío, vamos. Determinar cuál es la amistad verdadera nos llevaría lo que nos queda de vida, pero conocemos el opuesto: sabemos que cada vez que un tío chungo nos  intenta vender un peluco falso nos llama amigo. Los verbos amistar y amigar también son lábiles, pues como segunda acepción indican la de amancebarse y lo lúbrico suele ser resbaladizo, que es lo que significa lábil. Las conquistas sexuales siempre se llamaron amigas. Ahora se ha creado un neologismo para el amigo con el que una se amanceba, pero sin idea de construir nido: follamigo. No se debe convertir a los follamigos en cónyuges, porque entonces ocupan demasiados armarios.

El hermano puede no profesarnos tanto amor como el amigo, pero el amigo íntimo nos querrá como si hijo de nuestra madre fuera. La sapiencia de la mía nos enseñó que era difícil tener  más de dos o tres amigos verdaderos en toda la vida. La gente piensa que es mejor tener muchos y lo refleja en el muy extendido dicho cara de pocos amigos, que nada bueno augura a quien no se mueve entre multitudes.  Don Pío Baroja fue demoledor, como solía: “Sólo los tontos tienen muchas amistades”.

A Andrés Pérez Rubio, Valentín Requena y Carlos Morante.

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