La prensa española se ha saturado de tópicos y también de adjetivos superfluos. En retórica, un tópico es una expresión trivial o un cliché. Por eso los extiende tan rápidamente el periodismo de copia y pega. Es difícil leer la crónica de un incendio que no incluya la palabra pavoroso, cuando el fuego podría ser también temible, terrorífico, devastador, horrible o, figuradamente, hasta satánico. Pero resulta casi indefectiblemente pavoroso para quien lo describe. La sequía es pertinaz independientemente de cuánto haya durado y un atentado resulta casi siempre brutal. Obviamente, si no fuera brutal sino suave y no sería un atentado. Probablemente sería una nube de la tienda de golosinas en la que te fusilan si tienes hambre antes de entrar a la sala de cine. También te venden un vaso enorme lleno de hielo que anuncian como “vaso de Coca Cola”. El vaso tiene una tapa de plástico para prevenir la fuga del hielo, porque dentro casi no hay líquido, y una pajita para ejercitar tu paciencia intentando sorber un sólido.
La última sandez de la prensa de los tópicos es la hoja de ruta con la que parece que es obligatorio referirse a cualquier táctica o, preferentemente, estrategia. El sintagma se ha impuesto y el tradicional, estrategia, ha desaparecido. En lugar de a la famosa hoja que nadie ha visto sería muy sencillo referirse al “plan” del presidente y todos los lectores nos entenderían. De hecho, hace cuatro días hablábamos así, pero alguien encontró exótico lo de la hoja de ruta y todos los demás lo copiaron. El Diccionario de la Academia define hoja de ruta taxativamente como un documento con incidencias de un viaje o transporte.
Muy pronto, aquí, la madre de todas las sandeces: la “temida deflación”. Y la abuela: las noticias “de España y del mundo”.
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