El pleonasmo se llama también batología, voz que procede del griego balbuceo. Generalmente, consiste en una repetición de vocablos inmotivada y enojosa, pero a veces puede no serlo tanto si permite al hablante dejar las cosas claras. Por si alguien alienta la tentación de considerar toda repetición como un error propio del hablante inculto, reproduzco la siguiente estrofa del gigante del lenguaje al que la historia llama Miguel Hernández:
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
Sólo hablamos de redundancia viciosa cuando se utilizan palabras que no añaden nada a la idea. La oración “¡Cállate la boca!” refuerza la orden como si, más que guardar silencio momentáneo, nos mandase morirnos. Decir “morir para siempre” sería redundante. Sobra que un periodista explique que “un soldado voló por los aires” porque no se puede volar por otro lugar. Es un error redactar “Froilán repetirá segundo de la ESO por tercera vez”. Lo que realmente ocurre es que el niño va a cursar por tercera vez esos estudios y, por lo tanto, a repetir por segunda vez. Se agradece más que los compañeros ágrafos publiquen que “tripitirá segundo”. Es un vocablo que no está en el Diccionario, pero que se utiliza en la calle y se entiende. No se puede escribir precedente previo, accidente fortuito, multa económica (todas lo son), orografía del terreno o funcionario público. Todos los crespones son negros.
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