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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

El país de las Adas

Rafael Cerro Merineroel

La Administración concede a bancos y telefónicas patente de corso para estafar a sus clientes cotidianamente. La descripción del vocablo banca en el Diccionario de la Academia se refiere a las “entidades que tienen por objeto básico facilitar la financiación de las distintas actividades económicas”. Lo de facilitar parece una broma: en cuanto te aplican una comisión no pactada, reclamar es dificilísimo. El bancario nos advierte que es nuestra obligación revisar los apuntes para que su empresa no nos estafe en cuanto giremos la cabeza. Los bancos roban al descuido: se equivocan y, si lo descubres, rectifican. Si no lo haces, se quedan con el dinero. El Hispano me cobró una mensualidad de seguro del automóvil de una desconocida y Banesto trató de impedirme cerrar una cuenta porque “el sistema no permite darle de baja”. El Deutsche Bank de la Gran Vía de Madrid me hizo pagar ocho recibos mensuales consecutivos de la hipoteca de otro y pretendió seguir cobrándomelos mientras confirmaba la solvencia del verdadero deudor. Cuando jugábamos a policías y ladrones, imaginábamos siempre a los atracadores fuera, pero ahora sabemos que a menudo están dentro. Algunos directores, no todos, vendieron preferentes a ancianos que confiaron en ellos.

Ni las prácticas bancarias de latrocinio salvaje ni la obviedad de que aquí el primer moroso es la Administración nos dan derecho a dejar de pagar nuestras hipotecas. Fundir en uno los conceptos de desahuciado y víctima como si fuéramos borregos es un insulto a la inteligencia. Hay desahuciados víctimas y desahuciados morosos profesionales que se aprovechan de nosotros como ciudadanos. Algunos se han especializado en el alquiler y saltan de vivienda en vivienda sin pagar jamás. Entre los que no pagan hay víctimas y depredadores, como en cualquier colectivo. Precisamente un grupo de colectivos sociales y vecinales ha celebrado en Madrid la Semana de la okupación para enseñar a abrir puertas a quienes se decidan a instalarse en edificios ajenos. Su lema se dirigía a quienes “simplemente piensan que es una tontería tener una hipoteca si puedes tener una palanca”. El populismo es un brebaje ideológico que consiste en aligerar de su responsabilidad a la gente, especialmente a la inculta. El oportunista convence a la masa de que hay que exigir mucho sin dar nada.

En Barcelona, las encuestas señalan como posible alcaldesa a una activista de la lucha contra la hipoteca. Se llama Ada y entiende que ésta no es un compromiso de devolución sino un accidente, un meteorito que te ha caído encima cuando paseabas por la Diagonal sin incumplir ninguna obligación. Que no hay responsabilidad en los pagos. Los principios resultantes son, por parte del emisor, gritemos lo que la gente quiere oír, y, por parte de quien recibe el mensaje, votemos a quien no nos hará responsables. A la alcaldesa que nos dejará vivir en el edificio de otro. Las Adas sólo son generosas con lo que no es suyo y predican la violencia de la palanqueta. Oponerse a la ganzúa es de fachas; la ideología comunista siempre fue excluyente con el discrepante, además de violenta. Borges dijo que llamar fascista al anticomunista era “tan incomprensible como decir que no ser católico es ser mormón”.

Los demagogos llegan cada vez más lejos por lo duro que nos está azotando la crisis y porque cada generación española es más ignorante que la anterior. Ni siquiera han propuesto un debate sobre si debemos abolir ya la propiedad privada, lo cual al menos significaría discutir. Los populistas intentan convencernos de que es posible quedarse con lo ajeno por la fuerza de la multitud. La turba que congrega a los cabreados se llama a sí misma marea, que según la Academia significa “masa de gente que invade un lugar”. Canetti mostró que al fundirnos en la masa nos identificamos tanto con ella que olvidamos hasta nuestro principal temor: que un desconocido nos toque. Si me llamasen marea, tendría una pesadilla: soñaría que soy…

…uno de esos bichitos que forman el plancton.

 

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