Hace ya 300 años que Isaac Newton formuló las leyes que permiten saber exactamente dónde estará un planeta o cualquier objeto celeste en un momento dado, lo cual hace posible, por ejemplo, que enviemos cohetes a Marte o sondas a Plutón. Newton fue, en efecto, el primero en descubrir cómo dos cuerpos dotados de masa interaccionan gracias a la gravedad, y esa fue la llave para comprender cómo las cosas se mueven y se relacionan entre sí en el Universo en que vivimos. Lo que nunca consiguió el genial físico inglés fue calcular cómo se relacionarían no dos, sino tres objetos que se orbitaran mutuamente. Hace ya tres siglos que Newton planteó el que se conoce como «problema de los tres cuerpos», una difícil cuestión matemática que ni él ni nadie hasta el momento ha conseguido resolver, y en la que se inspiró el escritor chino Cixin Liu para escribir una de las más exitosas obras de ciencia ficción de los últimos años.
El problema de los tres cuerpos resulta difícil porque se trata de un sistema caótico, lo que significa que se necesita tener un conocimiento extremadamente preciso de la posición inicial de los tres cuerpos en cuestión para poder hacer alguna predicción fiable. En esos sistemas el « efecto mariposa» se vuelve tremendamente real, e incluso el mínimo error resulta en una órbita completamente diferente a lo previsto. No existe sobre la faz de la Tierra una ecuación que sea capaz de predecir cómo se moverán los objetos, ni de determinar si sus órbitas serán o no estables en el tiempo.
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