Zapatero: Ni en Europa ni en Estados Unidos
A un Zapatero de retirada y ya amortizado en su dimensión exterior, no esperaba uno verlo en la lista de «Time» de las 100 personas más influyentes en el mundo. No, ni mucho menos. Hubiera sido más fácil encontrar a Rafa Nadal o a Iniesta. Es lógico. Los triunfos de nuestro deporte en el mundo no se corresponden con el papel que España ha hecho en la esfera internacional en los últimos siete años.
Por ahí fuera, a la España de Zapatero le ocurre lo que al tipo que fue a la consulta del médico para decirle que tenía la impresión de que nadie le hacía caso, y por toda respuesta oyó gritar, por encima de su hombro, en dirección a la sala de espera: «A ver, que pase el siguiente».
Ha dejado de existir. España, según Zapatero, se había escorado demasiado hacia el otro lado del Atlántico y, con su llegada a La Moncloa, iba a regresar a Europa. Pero los grandes —Francia, Alemania, Reino Unido— no cuentan con nosotros a la hora de dirigir la política europea, sino más bien para recordarnos que tenemos que hacer los deberes con el fin de no meter en problemas a los demás socios.
No se conoce la presencia de España en iniciativa alguna de calado en la precaria política exterior europea. Y no hemos sido capaces de incluir a un solo español en el núcleo duro del nuevo Servicio Europeo de Acción Exterior, pese a haber apoyado a Catherine Ashton como Alta Representante.
Mientras, Zapatero se ha pasado la mitad del tiempo intentando recuperar la relación con Washington —insensatamente deteriorada nada más llegar a Gobierno con la retirada de Irak— y la otra mitad haciendo méritos ante la actual Casa Blanca, implicándonos más que nunca en los conflictos de Afganistán, Líbano y, ahora, Libia. Todo, para terminar suspirando por que, en algún viaje a Europa, Obama haga una escala en Madrid y ponga fin a diez años sin que un presidente estadounidense haya pisado suelo español.
Estados Unidos