El embajador Javier Rupérez ha escrito un esplendido artículo en los papeles de FAES llamando la atención sobre la persecución que sufren los cristianos en distintas partes del mundo. Con una frecuencia cada vez menor se cuela entre las noticias del día una agresión a comunidades que practican el cristianismo en India, en Irak, en Pakistán, en Egipto, en Nigeria, etcétera. Grupos enteros de cristianos han sido asesinados cuando acudían a una iglesia; muchas personas han sido encarceladas o asesinadas a causa de su fe, como Asia Bibi, condenada a muerte, o el ministro para las Minorías en Pakistán, el católico Shabbaz Battí, víctima de un atentado en 2011.
A ambos, dedica Rupérez su artículo en el que recoge dos citas de interés. Una, la de un judío, David Harris, secretario ejecutivo del American Jewish Committee, quien, en un artículo titulado
“Silencio ante la persecución de cristianos”, publicado en El País el pasado 2 de octubre, se preguntaba: “¿Cuántos ataques más, cuántos más fieles muertos, cuántas iglesias destruidas más y cuántas familias más tendrán que huir antes de que el mundo encuentre su voz, manifieste su indignación moral, exija algo más que fugaces declaraciones oficiales de aflicción y no abandone a las comunidades cristianas en peligro?”.
La otra, de un católico, el periodista John Allen, especializado en temas religiosos, autor de un reciente libro titulado “Guerra global contra los cristianos” y colaborador del National Catholic Reporter, quien hace un llamamiento a tomar consciencia de la seriedad del problema: “No tenías que ser judío en los años 70 para estar preocupado por los judíos disidentes en la Unión Soviética; no tenías que ser negro en los 80 para sentirte afectado por el apartheid en Sudáfrica; y de la misma manera no tienes que ser un cristiano hoy en día para reconocer que los cristianos constituyen el grupo religioso más perseguido en el planeta”.
Silencio de Europa
Algunas voces se han levantado en el mundo. En Estados Unidos, senadores republicanos y demócratas reclaman del Gobierno que adopte iniciativas para defender a los cristianos de una persecución que, según la organización protestante norteamericana Open Doors, afecta a cien millones de cristianos en sesenta países de todo el mundo. Según el Center for the Study of Global Christianity del Gordon Conwell Theological Seminary, una institución evangélica situada en South Hamilton, Massachusetts, más de 100.000 cristianos han sido asesinados cada año de los trascurridos entre 2000 y 2011, lo que supondría la muerte de once cristianos cada hora durante ese periodo.
Desgraciadamente, la voz de la Unión Europa y de los países que la integran no se oye más que para expresar una leve condena rutinaria cuando se produce una masacre. La Europa de raíces judeocristianas, calla vergonzosamente.
Hace bastantes meses Italia impulsó un proyecto para que la Unión Europea reconociera los derechos religiosos de las minorías cristianas y no sólo de los individuos. El Gobierno español se mostró dispuesto a sumarse a una iniciativa que se vio frenada por la crisis política en Italia.
Hoy, con la radical Emma Bonino en el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano puede que este asunto no sea una prioridad en ese país, pero el Gobierno español, que no se ha caracterizado por tomar grandes iniciativas en política exterior, debería ponerse al frente de una batalla en la que, pese a los complejos de algunos, puede encontrar aliados en Europa. Claro que eso requiere más esfuerzo que mantenerse, aunque sea por buscar un puesto en el Consejo de Seguridad de la ONU, en proyectos como la “Alianza de Civilizaciones” de Zapatero o en el “Centro para el Diálogo Intercultural e Interreligioso” de Viena, que lleva el nombre del Rey Abdullah Bin Abdulaziz de Arabia Saudita, un país en el que ni siquiera se puede levantar una iglesia.
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