La celebración del 60 aniversario de los Tratados de Roma por los que se constituyó lo que ha terminado siendo la Unión Europea es un buen momento para valorar el cambio que ha supuesto para España integrarse en el club comunitario.
Fue la gran aspiración española durante mucho tiempo, hasta que en 1986 pudo hacerse realidad, no sin esfuerzo y sin que nuestro paÃs tuviera que superar algunas dificultades añadidas. Cuando han pasado 31 años de aquel momento, nadie puede hacer un balance negativo de la pertenencia de España a la UE.
Aunque haya bajado el grado de entusiasmo, seguimos siendo uno de los paÃses más europeÃstas, entre otras razones porque es bastante evidente que los fondos comunitarios recibidos por España a lo largo de estos años han sido claves en el desarrollo económico del paÃs.
Quizás sea ese un elemento determinante en el hecho de que, al contrario de lo que sucede en otros paÃses europeos, no tengamos aquà ni nacionalismos ni populismos dignos de ser tenidos en cuenta que aboguen por la desconexión. Eso es un gran activo, en estos momentos de desconcierto. Algo que lleva a mirar a España como uno de los paÃses más estables en ese sentido, una vez superados los años duros de la crisis económica y polÃtica.
España está hoy en condiciones de convertirse en uno de los motores polÃticos de la Unión, sobre todo cuando el Reino Unido se dispone a dejar el grupo. No puede perder esa oportunidad, por más que el proyecto parezca dar signos de agotamiento.
Mariano Rajoy parece haberlo entendido asà y ha enfocado, de manera clara, la legislatura actual hacia Europa, haciéndose presente en las reuniones de los socios más activos y poniendo al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores a un experto en las negociaciones de los asuntos comunitarios, como es Alfonso Dastis.
Es el momento para convertirse en uno de los dinamizadores de la UE y, por supuesto, figurando en el bloque de cabeza de esa Europa de dos velocidades que se se está configurando cada vez más claramente. España debe, entre otras cosas, estar presente en los planes para completar la unión bancaria, profundizar en la coordinación de las polÃticas económicas y avanzar en la unión fiscal, de la misma manera que ha de ser uno de los grandes valedores de una defensa común europea.
El peso de España en la UE se valorara mucho más por las iniciativas que proponga en estos campos que por la presencia de españoles en los organismos europeos, aunque esto no deje de ser un capitulo interesante.
Pero la reunión de Roma, con el preámbulo de la audiencia del papa Francisco a los gobernantes de la UE es, además, una gran ocasión para reafirmar la vigencia del proyecto europeo y ello conlleva que los principios y valores que estuvieron en su origen sean respetados. Unos valores que tenÃan unas claras raÃces cristianas, las mismas que inspiraban la actuación de la mayorÃa de los fundadores de aquel Mercado Común Europeo, y que, desde hace tiempo, algunos se empeñan tozudamente en arrancar.
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