El perdón de Mohamed VI
Como siempre, todo lo que se refiere a las relaciones con Marruecos va unido a la polémica y a las continuas suspicacias. No hemos encontrado nunca el punto para el desarrollo de una buena vecindad. La política de firmeza practicada por Aznar no trajo precisamente sosiego a esas relaciones y la que ha mantenido Zapatero tampoco ha librado de episodios desagradables. Y además, los dos grandes partidos terminan tirándose los trastos ala cabeza y acusándose mutuamente de deslealtad.
Pero el problema no está en España, sino en Marruecos, donde impera una Monarquía más cercana a las prácticas feudales que a los estándares democráticos. Provocar la irritación del rey, deliberada o inadvertidamente con incidentes como el de los helicópteros puede dar lugar a conflictos como el que acabamos de vivir. Eso, sería impensable en las relaciones entre dos Monarquías occidentales. Y esa idea debería tenerla clara Marruecos si quiere mantener su acuerdo privilegiado con la Unión Europea.
Pero lo cierto es que sólo cuando el suspicaz Mohamed VI ha recibido las disculpas que consideraba necesarias, primero con las explicaciones de Don Juan Carlos –para evitar malos entendidos– y ahora con las aclaraciones de Rubalcaba, parece que las aguas pueden volver a su cauce. Hasta la próxima, que será cuando a Rabat le convenga.
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