Los días 27 y 28 de noviembre se cumplirán los 20 años de la puesta en marcha de la Asociación Euromediterránea, el también llamado Proceso de Barcelona, porque fue en la Ciudad Condal donde se celebró una conferencia, cuyo objetivo era convertir la región mediterránea en un espacio común de paz, estabilidad, prosperidad y de seguridad.
El Gobierno español quiere recordar esa fecha convocando para dentro de un mes una nueva reunión en Barcelona a la que serán llamados los 43 países que hoy forman parte de la Unión por el Mediterráneo (UpM), que fue el último intento de relanzar la cooperación en la región, impulsado por el presidente francés Nicolas Sarkozy, e incluyendo también, a instancias de España, a los países miembros de la UE, aunque no estuvieran bañados por el Mare Nostrum.
Desde entonces, julio de 2008, no se puede decir que haya habido grandes avances. Por el contrario, la UpM se mantiene como un organismo al que los países mediterráneos no prestan una especial atención y que hace lo que puede para sobrevivir, mientras los problemas no paran de crecer en una zona en la que viven 750 millones de personas.
El Mediterráneo no es hoy precisamente un mar tranquilo. Sus aguas son testigo de guerras, enfrentamientos, crímenes atroces del terrorismo y dramas humanitarios como el de los refugiados y los inmigrantes. Con ese panorama, los bienintencionados planes que inspiraron el Proceso de Barcelona de intensificar el diálogo político e instaurar un área de cooperación económica y financiera y de intercambios culturales, sociales y humanos, resultan difíciles de cumplir.
Pese a todo en el Ministerio español de Asuntos Exteriores, con su titular José Manuel García-Margallo al frente, no se quiere dejar pasar la ocasión del 20 aniversario de aquel encuentro para intentar que los países de la región vuelvan a sentarse con el fin de revertir la situación. Cuando en 2005 se cumplieron los diez años, el Gobierno socialista convocó ya una Conferencia en Barcelona, que se saldó con escasa presencia de líderes y con escasos resultados y que dejó para el recuerdo el aburrimiento que las reuniones provocaban en el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, según se escuchó a uno de sus asesores.
El actual Gobierno subraya ahora que, precisamente por los problemas que hay en la zona, se debe intentar convocar de nuevo un foro que es el único de carácter regional en el que están tanto los israelíes como los países árabes. Es cierto, pero también es verdad que las diferencias entre unos y otros hicieron descarrilar en bastantes ocasiones cualquier posibilidad de alcanzar acuerdos a nivel mediterráneo.
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