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Poder y peligro de los datos

Poder y peligro de los datos
Jorge Cachinero el

El desarrollo acelerado de las tecnologías de la información y de la comunicación y, simultáneamente, las de acumulación y de gestión de los datos de los usuarios están transformando el mundo.

Un individuo que hubiera vivido en la Edad Media procesaba, durante su vida, información equivalente al contenido completo de un periódico actual y sus fuentes de información eran, fundamentalmente, orales y se limitaban a sus contactos personales.

Un individuo del siglo XX procesaba diariamente información que equivalía, aproximadamente, al contenido de un periódico actual, aunque el volumen de información recogida y acumulada se fue incrementando con la aparición de la radio y, posteriormente, de la televisión o, aún más, del internet primitivo.

Para dar un orden de magnitud a la escala de los datos procesados por los seres humanos en el siglo XXI bastaría recordar que, en la actualidad, se suben más de 500 horas de videos al canal de YouTube por minuto.

Los ciudadanos viven bajo el bombardeo diario, activo y repetido, a través de los dispositivos electrónicos que utilizan, por:

  • los medios de comunicación,
  • las campañas de publicidad de los buscadores de información (Google, Bing, Wikipedia),
  • el uso de las plataformas de compra en internet (Amazon, AliExpress, eBay, Banggood) para:
    • sus viajes,
    • sus reservas en restaurantes,
    • adquirir todo tipo de bienes,
    • sus lecturas,
    • sus visualizaciones en internet o
    • realizar los pagos de todas las compras anteriores a través de bancos comerciales, PayPal, AliPay,
  • mensajes,
  • invitaciones de todo tipo e, incluso,
  • propuestas nefarias o criminales.

En realidad, son los propios ciudadanos, consciente o inconscientemente, los que se han convertido en actores protagonistas de esta propagación y de esta divulgación de su información y de sus datos.

Esta es la ironía o la tragedia del actual desarrollo tecnológico, ya que son las personas mismas las que comparten información, incluyendo la más personal e íntima, en las redes sociales en las que participan –Reddit, TikTok, Twitch, Netflix, Spotify, Facebook, Imgur, Instagram, Amazon, X-, mucha de la cual, además, es distribuida o comunicada a otras compañías.

El ritmo de creación, de generación y de distribución de información y de datos es frenético.

China Telecom cuenta uno de los centros de datos más grande del mundo, situado en la ciudad de Hohhot, en la Mongolia Interior china, de un kilómetro cuadrado de extensión, y en el que se procesa información por valor de un millardo de dólares al año.

Centro de Datos de China Telecom en Hohhot, Mongolia Interior.

En Estados Unidos (EE. UU.), por su parte, están localizados otros dos centros de datos de alta capacidad, que son de los más grandes del mundo:

  • el de la National Security Agency (NSA) -la agencia gubernamental que es el pilar del componente SIGINT, es decir, el que se ocupa de la intercepción de todo tipo de conversaciones a través del teléfono y de comunicaciones a través de internet, dentro de la matriz de Inteligencia estadounidense- y
  • el Switch SuperNAP, situado en Las Vegas, que procesa datos por valor de medio millardo de dólares al año.
Centro de datos de la NSA – Utah Data Centre, Estados Unidos.

En sí mismas, esta información y estos datos se han convertido en la base de multitud de modelos de negocio, que comercializan aquellos, con o sin consentimiento de sus propietarios originales.

De hecho, muchas de esas plataformas tecnológicas han sido creadas exclusivamente con ese propósito y no han surgido como una ocurrencia posterior a su creación.

La incorporación de la Inteligencia Artificial (IA) a los productos con que los seres humanos interaccionan cada día multiplicarán exponencialmente ese fenómeno, ya que el volumen mayor de datos compartidos en todo el mundo es, cada vez menos, producido por seres humanos y, cada vez más, por sistemas automatizados.

Las tecnologías de la automatización incorporadas a cámaras de vigilancia, a tarjetas de crédito, a sistemas de automatización del hogar, a dispositivos de energía inteligentes, a drones autónomos, a sensores aéreos, a desfibriladores cardíacos o a satélites de observación dispararán las oportunidades, pero, también, los riesgos, de todos esos sistemas y productos.

El servicio de voz de Amazon, Alexa, ya es capaz de identificar la infelicidad de quienes le hablan, los movimientos de las personas, registrados por sus dispositivos electrónicos, se comercializarán, sino se comercializan en la actualidad, y las nuevas generaciones de aparatos de uso doméstico, ya sea un microondas de Amazon o un dron, aumentarán dramáticamente el detalle que los gestores y los propietarios de esas compañías acumularán sobre sus clientes.

Todo sirve para recoger y para almacenar información:

  • datos médicos y científicos,
  • datos en poder de fundaciones y de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs),
  • servicios electrónicos de compañías privadas (Amazon AWS, MS Azure, Apple iCloud, PSN, Xbox Live, Steam),
  • organismos gubernamentales, controles fronterizos y aduaneros,
  • tráfico vial,
  • suscripciones a medios de comunicación y descargas de libros,
  • servicios postales,
  • aerolíneas comerciales,
  • servicios de transporte y de carga aéreos o
  • sistemas de localización y de mapeo por satélite.

El mundo se adentra en la era del fin de la privacidad.

Un país como China es bien consciente de todo ello y utiliza estas tecnologías para el control social de su población.

A comienzos del siglo XXI, China utilizaba estas tecnologías para saber qué es lo que los chinos compraban en la red o cuál era su comportamiento en internet, todo ello para seguir y para evaluar su grado de lealtad esperada hacia el Partido Comunista.

Hoy, en China, se realizan más de medio millón de escaneos faciales cada mes.

Seis ciudades chinas -Harbin, Xanadú, Chengdu, Taiyuan, Kunming y Beijing- se encuentran entre las diez con mayor densidad de sistemas de cámaras CCTV por kilómetro cuadrado del mundo y siete -Chongqing, Shenzhen, Shanghái, Tianjin, Jinan, Wuhan y Guangzhou-, entre las ocho con mayor número de CCTV por persona del mundo.

La información y los datos se han convertido en un elemento que será permanente en la vida de los seres humanos durante el siglo XXI.

Son herramientas que, con fines legítimos y benéficos, agregarán valor comercial, intelectual y social al ser utilizados por gobiernos, por Instituciones Militares, por servicios de Inteligencia -para la detección, por ejemplo, de etapas tempranas de epidemias o de desastres naturales, para la anticipación de movimientos sociales o de migraciones, o para la prevención del delito-, por compañías privadas o por individuos.

Sin embargo, simultáneamente, estas herramientas pueden ser utilizadas, también, con fines nefarios por gobiernos o por grupos, incluyendo los terroristas o los del crimen organizado multinacional –Transnational Organised Crime (TOC), en inglés-.

Por ejemplo, en la era de la ciber guerra y de la guerra por medio de los métodos híbridos en la que vivimos, los grandes centros de recolección de datos son un objetivo en sí mismo porque su información podría ser, hipotéticamente, usada para:

  • acceder a individuos y manipularlos a ellos y a sus actividades,
  • difundir información errónea sobre individuos, sobre grupos o sobre naciones,
  • confundir a países rivales sobre operaciones militares hostiles o, incluso,
  • manipular la elección democrática del máximo dirigente de una gran potencia.

La potencia de procesamiento de los ordenadores sigue creciendo y, en la actualidad, se está desarrollando la aplicación de la tecnología de reconocimiento facial a las grandes bases de datos de fotos y de vídeos.

Con estos desarrollos, las oportunidades y las amenazas futuras se multiplican para individuos, para compañías y para Estados.

Nadie quedará al margen de dichas tecnologías.

Quien quiera encontrarnos y saber de nosotros, al final, con tiempo y con paciencia, lo conseguirá.

 

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