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Inteligencia artificial, ‘DeepFakes’ y política

Inteligencia artificial, ‘DeepFakes’ y política
Joseph R. Biden
Jorge Cachinero el

El rasgo más característico de las tecnologías emergentes es su naturaleza exponencial, a pesar de que los seres humanos sigan teniendo la sensación de que viven en un mundo de naturaleza lineal.

Este es el punto ciego de las personas en el tiempo actual.

En el presente, las nuevas tecnologías tienen una capacidad de proliferación, tanto vertical como horizontalmente, a una velocidad altísima, que era desconocida hasta ahora.

Con la aparición de la computación algorítmica en 2012 y 2013, su desarrollo se ha acelerado y se dobla cada tres meses.

En el caso de los datos de ordenador e informáticos, su volumen se multiplica por dos cada 18 meses.

Esta difusión está haciendo que las nuevas tecnologías sean muy accesibles para los actores estatales, aunque, también, para los actores no estatales, incluidos, el crimen organizado transnacional – Transnational Organised Crime (TOC), en inglés-, y los individuos.

Las relaciones sociales se están transformando profundamente debido a la explosión en la información y en los datos disponibles; a la robótica física -es decir, los sistemas robóticos inteligentes, adaptativos y sensibles, que operan, responden e interactúan con los seres humanos de forma deliberada y segura en un mundo físico-; a la comercialización de la inteligencia artificial (IA); o a las tecnologías cognitivas -es decir, las aplicaciones de ordenadores que imitan las funciones del cerebro humano a través del procesamiento del lenguaje natural, de la minería de datos o del reconocimiento de patrones, entre otras-.

En el caso de la IA, su desarrollo está permitiendo que los sistemas de ordenadores tengan la capacidad de realizar tareas que, anteriormente, requerían la involucración de la inteligencia humana.

En otras palabras, la IA hace funcionar a una máquina en formas y maneras que serían definidas como inteligentes si respondieran al estímulo de un ser humano.

Las aplicaciones más populares de la IA se han desarrollado en la industria de los juegos.

AlphaGo, por ejemplo, lanzado en marzo de 2016, fue diseñado para competir, en línea, en el milenario juego de mesa chino del Go -creado hace casi 3.000 años- y ya ha derrotado al segundo mejor jugador de Go del mundo.

En el caso de Libratus, disponible en enero de 2017, fue el primer algoritmo que ha derrotado a todos los jugadores de 4 No Limit Hold’em Poker -una forma de póker sin límite de apuestas, que es muy popular entre los aficionados a este juego de cartas- a los que se ha enfrentado.

Además, Libratus sabe ya cómo hacer trampas en el póker.

El 96% de las aplicaciones de la IA se utilizan tanto en el juego como en el porno online.

La IA permite, también, usos nefarios como los de engañar a los escáneres médicos, simular fotos tomadas desde satélites o desnudar personas.

Entre sus muchas posibilidades, la IA puede cumplir el propósito de falsificar fotos de personas y de caras, especialmente, de políticos, en lo que se ha venido en denominar ultra falsificacionesdeepfakes, en inglés-, o de realizar vídeos falsos para distribuir a través de las redes sociales y de internet.

En ambos casos, la velocidad de distribución de estas ultra falsificaciones es mucho mayor que las imágenes reales y sus cifras de visionado llegan a ser elevadísimas.

Estos usos han erosionado la confianza digital de la sociedad, bien por generar desconfianza hacia lo falso o bien por erosionar la credibilidad de lo verdadero.

El modelo de negocio de las compañías que gestionan las redes sociales ha contribuido a este clima generalizado de desconfianza existente en internet, dado el uso malévolo que dichas compañías hacen de los algoritmos para enganchar a sus consumidores y para mantener la atención de estos a sus aplicaciones el máximo tiempo posible, cuando no, para censurar a los ciudadanos por criterios ideológicos y políticos abiertamente sesgados y nada neutrales.

En este contexto, merece ser destacado que, desde Estados Unidos (EE. UU.), llegan informaciones de que los asesores de la Casa Blanca -ante las dudas crecientes sobre si Joseph R. Biden se encuentra en plena capacidad de sus facultades mentales y físicas para ejercer las funciones de su responsabilidad y, más concretamente, después del fiasco de su aparición última en la cadena de televisión CNN, dentro de un formato de Town Hall, lleno de errores en su dicción y en el despliegue lastimoso de sus capacidades cognitivas- están considerando utilizar ultra falsificaciones para suplantar, intencionada y conscientemente, al verdadero Biden en su interlocución directa con los medios de comunicación.

¿Seremos capaces de distinguir en el futuro inmediato si lo que tenemos delante de nuestros ojos son políticos reales o si, por el contrario, se trata de sus ultra falsificaciones?

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