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Condescendencia occidental hacia China

Condescendencia occidental hacia China
Jorge Cachinero el

NB: Una versión distinta de este artículo fue publicada anteriormente en El Economista con un título diferente.

El Economista, 12 de junio de 2023, p.33.

El ascenso de China como potencia global, no sólo económica, sino, también, militar y, sobre todo, nuclear, está generando inquietud entre los países occidentales.

De forma específica, éstos observan con aprensión que China se haya convertido y siga fortaleciendo, a gran velocidad, su condición de poder nuclear en un momento geopolítico complejo.

Hace años, Estado Unidos (EE. UU.) desmanteló la arquitectura que controlaba el riesgo de que se desatara una carrera de armamentos nucleares descontrolada.

Así, en 2002, EE. UU. abandonó el Tratado sobre misiles antibalísticos o Anti-Ballistic Missile (ABM) Treaty, en inglés, y, en 2019, renunció al Tratado de fuerzas nucleares de alcance intermedio o Intermediate-Range Nuclear Forces (INF)Treaty, en inglés.

Rusia, por su parte, a comienzos de 2023, suspendió su participación en el nuevo Tratado de reducción de armas estratégicas –New Strategic Arms Reduction Treaty (START), en inglés, o New START, por abreviar-, de forma parcial, ya que no lo ha abandonado completamente.

The Knotted Gun, Frederik Reutersward, Edificio de la ONU, ciudad de Nueva York.

En este contexto, la competencia entre EE. UU. y China está aumentando la tensión en el mundo y acelerando la carrera de armas entre ambas potencias en el continente asiático, dónde el foco en la disuasión ha sustituido a la apuesta por la cooperación.

Este entorno hace aún más crítica la necesaria colaboración entre grandes potencias para llegar a convenir un marco de control del desarrollo de sistemas de armas, aunque, al mismo tiempo, ahora sea más difícil conseguirlo que durante los cincuenta años anteriores.

La innovación y el desarrollo tecnológico, bien sea la Inteligencia artificial (IA) o bien, las tecnologías avanzadas emergentes, actúan como catalizadores que incrementan la velocidad de reacción de todos estos factores geopolíticos.

Los tiempos actuales de turbulencia y de volatilidad azuzan la competencia entre las grandes potencias, que se conjuga mediante el incremento de los riesgos de escalada o, incluso, de guerra nuclear.

Desde los años 1960 y 1970, nunca había estado tan presente en la agenda de las relaciones internacionales la expansión del uso de las armas nucleares y nunca habían estado tan ausentes los mecanismos que facilitaran la estabilización de la crispación existente.

Para China, las fuentes de su comportamiento son la ambición, la responsabilidad y la desconfianza.

China es consciente de que es un poder emergente y de que ya es una gran fuerza regional en el Asia-Pacífico y una gran potencia global.

Por ello, China busca influir, desde su propia visión y de sus propios valores, en la configuración del mundo por venir, dado su potencial futuro, aún sin explotar, en toda su plenitud.

El liderazgo chino dice querer desempeñar un papel responsable y activo en la definición de la nueva diplomacia multilateral, incluyendo, el control de armamentos.

Sin embargo, China desconfía de Occidente, en general, y de EE. UU., en particular.

Pekín está persuadida de que los estadounidenses actúan como sus rivales y que, por lo tanto, están haciendo todo lo posible por dificultar su reacomodo en el mundo de acuerdo con sus nuevas fortalezas económicas y, cómo no, militares.

China siente que el riesgo del estallido de una guerra con EE. UU. está creciendo.

De ahí que China esté poniendo todas sus energías y sus recursos en el enriquecimiento y engrandecimiento de su arsenal nuclear y esté apostando por el desarrollo de armas hipersónicas.

Misiles nucleares intercontinentales chinos DF-5B, Pekín.

Por el contrario, dentro de esta espiral de rivalidad y de desconfianza con EE. UU., China está siendo muy prudente para no dejarse atrapar por un marco de control de armas, al que califica de trampa, que sea muy restrictivo y le deje en inferioridad de condiciones con respecto a los estadounidenses.

China es muy escéptica a la aproximación multilateral de cualquier herramienta de control de armas nucleares, no, en cambio, de las biológicas o de las químicas, y preferiría lidiar de tú a tú con EE. UU. en este territorio.

En definitiva, China siente una sospecha profunda hacia el control de armamentos nucleares, dado que está convencida de que no es más que un mecanismo estadounidense para detener su ascenso como potencia global.

En paralelo, Europa, de forma especial, Francia y Alemania, intenta salvaguardar el mercado chino, crítico para sus productos, una vez que ha perdido el segundo elemento de su ventaja competitiva, es decir, la energía barata rusa.

Scholz (i), Xi (d).

Sin embargo, como se comprobó durante las recientes visitas del presidente francés, Macron, y del canciller alemán, Scholz, a Pekín, el trato condescendiente, cuando no, abiertamente, racista, que ambos dirigentes le dispensaron a su anfitrión, el presidente Xi Jinping, y el impulso irrefrenable de intentar abrir una brecha entre China y Rusia no son una receta para el éxito europeo con China.

 

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