“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com
La expresión de un mundo VUCA –volatile, uncertain, complex and ambiguous-, surgida en la década de los 90, en el US Army War College y, desde entonces, utilizada en las escuelas de negocios y en las corporaciones de todo el mundo para describir el entorno operativo en el que se desenvuelven éstas, parece que se ha quedado corta para poder abarcar la verdadera dimensión de lo que ha ocurrido en el mundo durante 2016.
Sir Ian Cheshire, por ejemplo, chairman de Debenhams plc, marca internacional, con una fuerte herencia inglesa, de ropa, belleza y salud, con 240 tiendas en 27 países, utiliza un lenguaje más dramático para describir lo que está ocurriendo en el mundo.
Tras el resultado del referéndum sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea (UE), y todavía sin conocer el de las elecciones presidenciales estadounidenses, Sir Ian Cheshire escribió “Survival of the fleetest”, donde afirmó que “(c)ompanies are used to dealing with uncertainty but a seismic shock of this scale -and I would rank it alongside the 2008 credit crunch- will force them to embark on a whole reassesment of the entire international dimensión of their business” (mi énfasis).
Sir Ian Cheschire reconocía que las acciones del grupo que preside perdieron el 25% de su valor a las tres horas de conocerse el resultado de dicho referéndum y así se han mantenido desde entonces hasta, por lo menos, el momento de escribir su artículo.
Las consecuencias de la salida del Reino Unido de la UE pueden ser catastróficas para las empresas y para los negocios, si esa salida se materializara finalmente.
Las importaciones desde la UE al Reino Unido se harán más onerosas -por mucho que las exportaciones a los Estados Unidos (EE.UU.) o la zona euro puedan ser más competitivas-, el laberinto de complejidades comerciales se hará muy difícil de transitar para las compañías británicas que quieran seguir accediendo a los mercados de la UE y las compañías británicas, o con base en el Reino Unido, y las localizadas en la UE tendrán que descomponer sus cadenas de suministro actuales para recomponerlas, de nuevo, incorporando a su ecuación de negocio proveedores de otras geografías, como puedan ser el este de Europa o el norte de África.
Será caótico, costoso, penoso y doloroso, en cualquier caso.
El entorno en el que se mueven los modelos de negocio globales, en general, y, por supuesto, los británicos, en particular, ya está siendo suficientemente complejo.
Éstos llevan años haciendo frente al triple efecto combinado de la desaparición de las líneas que marcaban los perímetros competitivos de las distintas industrias, de la disrupción tecnológica de las grandes y pesadas cadenas de valor de las grandes corporaciones -que están siendo retadas por nuevos competidores, pequeños y ágiles, que se apalancan en la tecnología para arrebatar los golden nuggets, es decir, los verdaderos elementos del valor añadido de aquéllas, sin cargar con sus pesadas bases de costes- y de los cambios radicales en los comportamientos de los consumidores.
Si esto no fuera suficientemente complejo para los líderes de las corporaciones británicas, éstos, además, van a tener que incorporar a su proceso de pensamiento sobre las posibles estrategias futuras la ruptura del entorno geográfico, regulador, comercial y de acceso a los mercados financiero y laboral.
Específicamente, en el sector financiero, mientras la primera ministra Theresa May prepara el anuncio de su plan para iniciar el proceso de desenganche del Reino Unido de la UE, los banqueros con presencia en la City londinense que asistieron a la reunión de Davos, Suiza, durante el pasado mes de enero, daban indicaciones de cómo están ellos, simultáneamente, elaborando sus planes para abandonar Londres.
Jamie Dimon, Chief Executive Officer (CEO) de J.P. Morgan, afirmó en Bloomberg Television que “it looks like that it will be more job movement that we hoped for”. Stuart Gulliver, CEO de HSBC, adelantó que el personal responsable de la generación del 20% de los ingresos de su negocio en Londres tendrá que trasladarse a París. Andrea Orcel, responsable del negocio de banca de inversión de UBS, dijo que sus empleados “will definitely have to move from London (…). The question is how many” a sus bases en Alemania y a España, a dónde se rumorea, en este último caso, se pueden trasladar 300 posiciones. Handelsblatt publicó que Goldman Sachs está pensando reducir su personal en Londres a la mitad, es decir, a 3.000, y trasladar los otros 3.000 empleados a la Ciudad de Nueva York y al continente europeo. Por último, Lloyds Banking Group ya ha seleccionado Frankfurt, de acuerdo con los rumores dentro de la industria, como base de sus futuras operaciones.
Todavía hay tiempo para evitar la catástrofe que la salida del Reino Unido de la UE significará para los negocios: bien mediante unas elecciones generales anticipadas –snap elections– a las que los partidos principales acudan con plataformas electorales en favor de la permanencia en la UE o bien como resultado de un proceso negociador con la UE tan desfavorable para los intereses del Reino Unido que el gobierno se vea abocado a convocar un segundo referéndum en el que la población decida, en esa ocasión, votar mayoritariamente por la permanencia.
Si no, lo que pudiera venir por delante no será muy bueno para nadie, pero, especialmente, no lo será para los negocios en el Reino Unido y, por extensión, para la economía del país y para los estándares de vida de sus ciudadanos.
No tiene sentido. No debería suceder.
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