hughes el 19 sep, 2016 Si la “normalización” post-ETA fuera cierta, fuera lo que se dice que es, o mejor, lo que por abandono se quiere hacer pensar que es, a Ortega Lara se le tendría que recibir con aurreskus. Lejos de eso, sus mítines son boicoteados. Porque normalidad, en España, es que se ultraje a ese señor al que entre todos le han querido quitar toda la carga simbólica que tiene a su pesar. Ortega no es muy conocido. No está en las tertulias. No se hacen series sobre él. Las víctimas interesan mientras sean mudas y asuman un discurso escrito. Ortega Lara es el ejemplo de lo que sucede cuando se salen del carril. Que un mitin sea boicoteado es noticia; que le suceda a Ortega Lara es un hecho político y una vejación, una especie de recochineo sangrante. Algo estrictamente insoportable, guste o no guste VOX, incluso más, con más fuerza, si no nos gusta (¿los liberales españoles llenan un Bernabéu?). Pero lo peor no es que suceda, que locos hay en cualquier sitio, y exaltados, lo sustancioso, la noticia, es el silencio posterior. En los medios y en los demás partidos. Un silencio que contrasta con lo que pasó hace unos días, cuando Alonso Alfonso o Alfonso Alonso dudaba ante Pili Zabala. Ese balbuceo movió a reacción inmediata a todas las fuerzas del progreso y a sus palmeros concomitantes. ¿Quién ha reaccionado para defender a Ortega Lara? La opinión pública tiene mano de niña gimnasta: nívea piel por un lado, callo rocoso por otro. El silencio es jodido. Es un silencio que llama la atención. Es como la canción esa de Paradisio: es un silencio loco. Se cumplen 20 años del secuestro de Ortega Lara, y a ver cómo lo digo: hay veces en que las cosas, en su estricta lógica, suenan fácilmente demagógicas y por eso las evitamos, pero comparemos el tratamiento mediático y político a Otegui y el que recibe Ortega Lara; comparemos el papel de uno y otro en la vida nacional de las últimas décadas. La consunción física del “españolito” Ortega Lara nos recuerda la tendencia constitucional y política en España a la desigualdad: el norte, lo “histórico”, lo “singular”; y el resto, ciudadanos de segundo nivel, apreciables sobre todo como consumidores. ¿Pero de verdad no se ve la realidad cívica y simbólica de ese señor y del maltrato al que fue sometido? ¿De verdad que nadie se siente concernido? La soberanía está hecha de sangre. Las víctimas han aportado (martirio, ofrenda) la suya para algo que a veces parece subvertirse. Quizás el gran error de raíz del terrorismo sea que en su afán derrama sangre que fecunda el derecho ajeno. Si pierde, claro. Si pierde. actualidad Comentarios hughes el 19 sep, 2016