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Broncano-leninismo

Broncano-leninismo
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Topé hoy con este tuit de Errejón y fui, no sin cierta prevención, a ver su contenido. “Cuando al neoliberalismo se le cae la careta”. Esto prometía algún tipo de discusión ideológica. Hum, pensé. Quizás fuera Broncano gritando “Neoliberalismo, oé, neoliberalismo, oé”, pero estaba intrigado. Una vez dentro no había nada. Era eso. Ya está. Eso y dos cómicos haciendo de “Papá Estado”. Aunque es chocante ver a cómicos defendiendo al Estado, cómicos estatales y estatalistas, no me sentí defraudado por ellos, sino por Errejón. Por su falta de profundidad siendo un ideólogo. ¿Cómo podía el autor del “núcleo irradiador” colgar eso?

Ahora hay una discusión sobre la ideología de nuestra izquierda. Es difusa, pero ¿tiene algo de marxista? ¿Es un socialismo última gama? ¿Qué socialismo es ese postsocialismo?
Mientras los expertos se ponen de acuerdo, yo, humilde plumilla, ofrezco un término: el Broncano-leninismo. Porque Broncano es, al fin y al cabo, el referente visible y exitoso, inofensivo y masivo, el vector gramsciano de los gramscianos de palo bajo el que late el fondillo insidioso y leninista.
El haz es Broncano; el envés es lo otro. O al revés.
Lo noto de algún modo en mí, Broncano es una frontera sociológica. Es la valla de Ceuta de mi españolidad. Broncano consigue lo que no consiguieron ni el reguetón ni el trap. Tras un fuerte rechazo instintivo, esos dos estilos me acabaron gustando, parecía imposible pero me acabaron gustando casi con pasión. Pero Broncano es como la Prueba Definitiva, es el muro en el que choco y en el que además estoy encantado de chocar. No le encuentro la gracia aunque la tenga y ni siquiera entiendo su español. Cuando lo escucho siento que estoy en otro país, con un idioma que se separa fonéticamente del mío a cada palabra. Me siento, además, viejo. Me siento como pensaba que me sentiría a los 70 años. No es que no lo entienda, es que no quiero entenderlo. Me puede resultar hasta simpático, pero he decidido que mi mundo es otro. Me lo niego como se niega uno una práctica sexual: con un acto moral, no muy sólido, que se va convirtiendo en naturaleza.
No es culpa suya. Es como si previos reparos hubieran cristalizado en Broncano, en rechazar a Broncano, en ser incapaz de Broncano.
¿Puede alguien que ha vivido al Wyoming sufrir al Broncano? ¿No es mucho para una vida?

Así que debe de tener también algo, algo en sí mismo, algo muy fino y quintaesenciado que lo hace insoluble en ciertas mentalidades. Hay algo de artefacto en Broncano, como la importación, por fin, del americano capaz del late night y del stand up. La primera consecución genética española de esa mutación.

Porque además, Broncano es cómico, cómico full-time, constantemente, y es joven de un modo misterioso y pertinaz. Cada año es más joven, hay una perpetuidad adolescente ahí. Es un poco errejonesco en esto. Y creo que es fingido. Creo que llega a su casa y es un “tío bragao”, con voz de adulto requemado, con miasmas de carajillero, pero sigue pareciendo un comentarista de videojuegos. Es estrella de la tele pero podría ser estrella de youtube. En él sigue siendo más verosímil el onanismo que el acto (dicho sea esto con todos los respetos).

Y en tanto cómico, por supuesto, tiene bula cultural. Esto fue notorio desde el principio. Hace años hizo una broma sobre Cristiano Ronaldo y Marruecos. Esa broma no la podía hacer nadie, y menos en una radio nacional, ni siquiera en un grupo de whatsapp. Te echaban. Pero era Broncano y era la Ser, y claro que pudo. Ya tuve que haber visto ahí que era El Elegido. Había dos varas de medir: la de Broncano y la de los demás.

Broncano simboliza la hegemonía del cómico. Los novelistas son ya eso que llaman “pollaviejas”. Los cómicos son los intelectuales de ahora, lo que esgrime el joven hasta que tiene un Phd, y en su jijijajá van soltando ideología como asintomáticos. ¡Son vectores de infección política! No lo parecen, pero lo son. Algunos lo notamos como nota el vampiro la cruz, como el excitante de una paranoia. Es un repelús muy íntimo que nos callamos ante los demás por no parecer raros. Más raros.

Tiene algo de confesión esto: la de quien tiene que recurrir al humor antiguo o extranjero. Pajares o Louis CK.

¿No es eso ya el exilio interior?

-¿Te apetece que vayamos a ver un monólogo?
-(…)
-Es que me encantan
-(…)
-¿No te gustan?
-A mí también, mucho…

Estas generaciones de cómicos, los 500 o 700 cómicos que hay ahora en España, acuden constantemente a beber a su clasicismo, que no es la manzana de Tony Leblanc, ni el vaso de agua de Tip y Coll, ni la empanadilla de Martes y Trece, sino el chiste de Aznar. El chiste de Aznar es como el artículo de Ana Mato.
La “monología” en España se asentó sobre las bromas del aznarismo. Y ahí se ha quedado.
Corrupción y humor solo puede haber de un lado.

Broncano es un artefacto gramsciano del “errejonsismo”, entre Malasaña y la Gran Vía, y les hace más trabajo que sus trabalenguas. Broncano podría ser para esta izquierda lo que El Terrat para el pujolismo.

En fin, no me enrollo. Que eso: que propongo broncano-leninismo hasta que aclaren qué izquierda es esta izquierda, o por lo menos como rama de la misma.

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