No les descubro nada si les digo que en San Sebastián se come muy bien. Sin necesidad de visitar a los grandes estrellados hay establecimientos de cocina tradicional vasca muy placenteros donde la satisfacción está asegurada. En dos de ellos estuve durante la celebración de Gastronomika y disfruté mucho. Aquà les cuento dónde y por qué.
CASA UROLA. El restaurante de Pablo Loureiro es uno de mis fijos en la capital donostiarra. Dentro de la degradación acelerada que está sufriendo la parte vieja de la ciudad, con una mayorÃa de bares dedicados a la cantidad y no a la calidad, a vender lo que sea a turistas incautos, Casa Urola mantiene en alto la bandera de lo que deberÃa ser habitual (de lo que era habitual) y ahora es una excepción. Hace seis años que Pablo, junto a su mujer Begoña Arenas, se hizo cargo de esta veterana casa de la calle FermÃn Calbetón. Loureiro es uno de los grandes cocineros guipuzcoanos, miembro de esa generación que, como repito a menudo, ha quedado eclipsada por los pesos pesados de la provincia, quienes les han cerrado, en cierto modo, el camino.
Casa Urola cuenta con una estupenda barra en la planta baja y el comedor del piso superior, bien dirigido por Begoña. Según el momento me quedo abajo, más informal, o subo a comer arriba, siempre abarrotadas las mesas. En ambos espacios uno se siente a gusto y come francamente bien. Loureiro maneja un gran producto y lo trata con sobriedad, elegancia y delicadeza para respetarlo. Siempre entre la tradición y un punto de modernidad contenida.
Este año ha tocado barra. Algo más incómoda pero también con mayor libertad de elección, sobre todo cuando se va, como era el caso, sin compañÃa y con el tiempo muy justo. Tiempo para las inevitables gildas mientras se consultan las pizarras o se piden recomendaciones al camarero. En esta ocasión, unos rebozuelos (xixa hori en vasco) salteados con yema de huevo, y unas cocochas de merluza a la brasa (foto que encaneza el post). Manejan muy bien la parrilla en esta casa, especialmente con los pescados, y las cocochas nunca defraudan. Impecables los dos platos. Para rematar, imprescindible la torrija, de las mejores de la ciudad. La parte lÃquida entre cerveza y chacolÃ.
AITZGORRI. Buena parte de la oferta de la parte vieja se ha trasladado a Gros. Allà está este Aiztgorri que no conocÃa y al que me llevaron unos buenos amigos donostiarras, médicos los dos. La verdad es que me gustó mucho su oferta tradicional, sin ninguna estridencia. Cocina reconfortante, de platos sólidos y bien elaborados, y con un producto de calidad. Como pega, un servicio desbordado con el comedor lleno (algo inevitable en los dÃas de Gastronomika).
Para empezar compartimos unas buenas vainas con foie fresco a la plancha y un changurro más que correcto. Uno de mis acompañantes prefirió centrarse en la sopa de pescado, que miré con mucha envidia porque tenÃa una pinta estupenda. Luego, chipirones de potera en su tinta, perfectos, y unas excelentes cocochas de merluza al pilpil (ya ven que tengo una cierta debilidad por las cocochas).
Prescindimos del postre, aunque me cuentan que la torrija y la tarta de queso merecen la pena. Para la siguiente ocasión. Carta de vinos bastante tradicional, a tono con la oferta gastronómica. Buen sitio, a un paso del Kursaal.
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