Huelva fue elegida “capital gastronómica” para este año 2017, un título en el que ya saben que no creo en absoluto. Esta capitalidad no se corresponde para nada con el verdadero nivel gastronómico de las ciudades elegidas y sí más bien con criterios económicos y de marketing. Un buen negocio para algunos. En Huelva capital apenas me salen más de tres restaurantes que merezcan la pena. Si eso justifica una capitalidad… Otra cosa es el producto onubense, excelente y muy poco conocido fuera de allí. Una visita al Mercado del Carmen sí que justifica el viaje. Un espectáculo, sobre todo en las pescaderías. Empezando por los chocos, que dan nombre a los habitantes de la ciudad y que incluso tienen puestos en el mercado exclusivamente dedicados a ellos. Pero además, excepcionales gambas blancas, langostinos, acedías, lenguados, atunes, langostinos, corvinas, caballas, chirlas y tantos y tantos productos de unas aguas especialmente ricas. Estos días no verán coquinas. Están en veda, aunque se las ofrecerán en algunos restaurantes. Proceden de furtivos o de otras latitudes. Mejor no pedirlas. A todos esos pescados y mariscos añádanle las salazones de Isla Cristina y otros lugares de la provincia, los jamones de la sierra, y los productos de unas huertas muy productivas. En estas fechas, los tomates rosa, especialmente los que provienen de Río Tinto, una auténtica delicia.
Así que producto, mucho. Gastronomía, poca. Especialmente en la capital. He estado unos días en Huelva, concretamente en El Rompido, en casa de unos buenos amigos, y he aprovechado para hacer algunas visitas. El mejor restaurante de Huelva es Acánthum, el único establecimiento con estrella Michelin en toda la provincia. Su propietario y cocinero, Xanty Elías, propone una cocina seria y sensata, con un punto de creatividad y siempre muy centrada en ese gran producto onubense. Estuve allí el pasado noviembre y ya se lo conté en el blog. Así que en esta ocasión he estado en los otros dos establecimientos destacados de la ciudad: AZABACHE y PORTICHUELO. Casi al lado uno de otro. Me consta que cada uno de ellos tiene sus partidarios (¿verdad Carlos Herrera?). He comido bien en los dos, en ambos casos sobre la base de un muy buen producto, pero me quedo con el primero, un punto por encima en cocina y servicio del segundo. Se lo cuento, junto a alguna otra experiencia por la provincia.
AZABACHE. En esta casa me sirvieron las mejores gambas blancas que he tomado en mucho tiempo (foto que encabeza el post). Excepcionales. Bien cobradas, eso sí (36 euros el cuarto de kilo), aunque más baratas que las de Portichuelo, que también estaban muy buenas, pero un punto por debajo en cuanto a calidad, que nos cobraron a 39 euros. En ambos casos vale la pena pagarlo porque de esa categoría no se encuentran fácilmente.
No faltó tampoco el choco. Frito, en una ración enorme para comer varias personas. Muy bueno. Ni la tradicional pimentada, esa ensalada de pimientos que en Huelva suele ir acompañada de melva pero que aquí nos sirvieron con anchoas y ventresca. Correcta. Bien jugosas, además, las albóndigas de merluza y gambas.
En Andalucía no es fácil encontrar buenos arroces. En Azabache hace cinco diferentes con un resultado más que notable. Y con el acierto de ofrecerlos para una persona, algo nada habitual y que debería generalizarse. Probamos tres. Los tres melosos. Bien el negro y el de la casa, con langostinos y calamar, y por encima de todos uno de presa de ibérico y gurumelos realmente sabroso. El más recomendable sin duda. Aceptables postres caseros, con mención para la tarta de galleta de la abuela.
Atención también a la barra de esta casa. Una muy buena opción para una satisfactoria comida a base de tapeo en la que también le servirán, si los pide, los platos de la carta del restaurante.
PORTICHUELO. Que Azabache me parezca un punto por encima de esta casa vecina no quiere decir que no me gustara. Todo lo contrario. Cenamos muy bien en el restaurante de Manuel Gómez, siempre al pie del cañón y pendiente de todo. Su oferta es algo más tradicional, más popular, que la de su vecino. Cuenta además con un elemento muy importante, su gran terraza, siempre abarrotada, frente al teatro de Huelva.
Muy buenas las gambas, aunque como les he comentado son algo más caras y un punto por debajo de las que tomamos en Azabache. Rico también el revuelto de la casa (huevo, jamón, patata, cebolla). Y estupendas las acedías fritas. Sorprenden las tortillitas de bacalao (así se anuncian en la carta), que en realidad son unas croquetas con una masa peculiar. Pero están buenas. Probamos también el pez espada a la plancha, un pescado muy habitual en las cartas de los restaurantes onubenses. Jugoso y en su punto, algo poco común en la zona donde tienden a pasarlo mucho.
Pero lo que más me gustó con diferencia de este Portichuelo fue el guiso de sangre con tomate. No está en la carta, pero mi amigo, cliente habitual de la casa, lo pidió. Y lo tenían. Creo que casi siempre lo hacen. Estupendo. Uno de esos guisos de siempre que se están perdiendo. En esta casa mantienen la tradición. Y hay que probarlo. Como tendré que probar en una próxima visita otro guiso, este de oreja, del que Manuel, el propietario, nos habló charlando con él ya con los cafés en la mesa. Ganas tuvimos de pedirlo a pesar de todo. Pero así tendré que volver pronto.
De postre prueben la mousse de chocolate blanco al Luis Felipe, ese mítico brandy que se elabora en La Palma del Condado. Merece la pena.
SEÑORA MARÍA. También se llama Bar El Quinto. Está en El Terrón, que es el puerto pesquero de Lepe. Un sitio sencillo en el que manejan buen producto marino de la zona. Tomamos unas gambas cocidas, correctas sin más, muy inferiores a las de Azabache o Portichuelo, pero a mitad de precio. Mucho mejor los huevos de choco. Unos fritos y otro a la plancha. Comparando ambos, la plancha es la opción más recomendable. Innecesario el tomate regado de balsámico que los acompaña. Buena ensalada de tomate y una ración de lo que llaman calamares de campo, cebolla y pimiento en aros rebozados y fritos.
Al preguntar por el pescado del día nos enseñan dos lenguados que les acaban de llegar. Más frescos imposible, con una pinta magnífica ambos. Como somos tres elegimos el más grande, de 700 gramos. Lo hacen a la plancha. Lástima que se les va la mano con el fuego y queda un poco pasado. Aún así está buenísimo, grueso y con la carne bien prieta, con mucho sabor. En este caso el acompañamiento, una ensalada de lechuga y cebolla, va aparte. Y sin balsámico.
Con gambas, lenguado, huevos de choco, tomate, verduras y un Viña Barredero, blanco del Condado, salimos a 30 euros por cabeza. No está nada mal. Para las noches tiene una gran terraza frente al puerto.
OTRAS PISTAS. De una escapada al vecino Algarve portugués, orientada sobe todo a las compras, muy mala experiencia en O INFANTE, un clásico de Castromarín. Mejor les ahorro más datos.
En el ya citado Mercado del Carmen de la capital, imprescindibles, a primera hora, los churros de cualquiera de las dos churrerías que hay en el exterior. De masa de patata y de masa tradicional. Y con el cucurucho a sentarse en la terraza del Bar Casa Miguel para acompañarlos con el café. Si no quieren churros, la oferta de este bar es tentadora. Tapas frías y calientes, fritos, montaditos o pescados a la plancha. Prueben allí el tollo, un tipo de marrajo que se seca en los barcos y que luego se guisa con tomate.
Y por último una dirección entre la abundante pero regular oferta en El Rompido. Se llama EL RÍO DE PIEDRAS. Su ensaladilla de gambas y los huevos de choco a la plancha están francamente bien.
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