Me entero por una información de Isabel Aguilar en Gurmé de ABC de Sevilla que CASA EME ya no volverá a abrir sus puertas. Se propietario, Emeterio Serrano (Eme), llevaba un tiempo pensando en el cierre, pero las limitaciones del aforo en barras y en terrazas impuestas por los políticos que dirigen la pandemia han sido determinantes. El suyo es un local pequeño, en el que, como escribe Isabel, la esencia es “la cercanía del público y el bullicio que se genera en torno a su barra”. Una verdadera pena.
Me gustaba mucho esta tabernita enclavada en la plaza del Osario. Uno de esos sitios donde uno no entraría si no fuera avisado previamente por un amigo sevillano. Un bar minúsculo, con las paredes con azulejos y sembradas de fotos de vírgenes y cristos, con unas mesitas en la calle, que Emeterio manejaba prácticamente solo. Una mínima cocina con dos fuegos de gas para preparar las tapas que ofrecía y que atendía al mismo tiempo que la barra. Con las cuentas anotadas con tiza en el mostrador. Y con ese curioso sistema de megafonía por el que avisaba a los clientes sentados fuera cuando estaban listas sus tapas para que entraran a recogerlas. Emeterio abría cuando quería, y a veces uno se daba el paseo hasta allí para nada. Pero no importaba.
Como acompañamiento de la caña de cerveza (Cruzcampo, claro, Sevilla obliga) o de la copa de manzanilla, unas almendras fritas caseras. Y para tapear, cosas muy ricas, entre las que el montadito de solomillo ibérico al whisky y las gambas al ajillo eran la marca de la casa. Todo muy popular y sencillo. La tortilla al whisky, la melva canutera con mayonesa, los montaditos de gambas, de roquefort o de bacalao, algún marisco del día y, en temporada, los caracoles.
La última vez que vi a Emeterio fue el año pasado en la entrega de los premios Gurmé de ABC de Sevilla, donde recibió, muy emocionado, el premio del jurado al mejor bar tradicional. Desgraciadamente ya no podré volver a verle, incansable, tras la barra de su casa Eme, una casa que deja un importante vacío en Sevilla.
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