En ocasiones, algunos lectores me acusan de no ocuparme más que de restaurantes “de postín”, estrellados y similares. Creo que en los 964 post publicados (¡qué cerquita estamos de los mil!) en estos casi doce años de Salsa de Chiles ha habido sitio para todo. Pero la opinión de esos lectores es muy respetable. Así que vamos ocuparnos hoy de dos modestos restaurantes que he visitado estos días de estancia en Pontevedra y en los que he comido francamente bien. En ambos con las dos características habituales en Galicia: producto y sencillez.
LA CURVA. En Nerga, concejo de Cangas, con excelentes vistas (si la niebla lo permite) de las islas Cíes y de la ría de Pontevedra, en esta modesta casa, con manteles de papel en las mesas, manejan un producto de primera. Y con precios de los de antes (o casi). Más una camarera encantadora y eficaz, que es algo que también hay que añadir como punto positivo. Como fallo, una carta de vinos escasísima. No anoté el vino que tomamos, pero muy normalito.
La carta es una sencilla hoja de papel, escrita a mano, que se cambia cada día en función de lo que ha llegado. Muy buena señal para empezar. En la primera cara está lo más interesante, entrantes, mariscos y pescados, la mayor parte procedentes de la misma ría de Pontevedra. En la otra cara, tres arroces y tres carnes de ternera gallega, además de dos ensaladas (en realidad, una en dos versiones: simple y completa). De los arroces presumen en su página web y por lo que vi los piden mucho los clientes, pero la verdad es que el aspecto del que tenían en la mesa de al lado no me hizo mucha gracia.
Éramos seis en la mesa y nos centramos en la primera cara de la hoja de la carta. Con mucho éxito. Los camarones de la ría (foto que encabeza el post), no muy grandes, estaban buenísimos. Ración generosa por 15 euros. También las nécoras, procedentes igualmente de la ría, de considerable tamaño y bien llenas. Pero lo mejor fueron las navajas, procedentes de las vecinas islas Cíes, de las mejores que he comido en bastante tiempo. En el lado contrario, unas croquetas caseras demasiado bastas.
De segundo, dos pescados simplemente a la plancha. Un sargo “de liña” (de anzuelo), y una lubina grande. Un poco pasado de punto el primero, pero ambos estupendos de sabor y de consistencia. Por no hablar de las patatas que los acompañaban, un lujo por sí solas.
De postre, además de unas filloas simplemente correctas, nos ofrecieron unas fresas de su propia huerta. Fantásticas. Gran remate para una comida muy satisfactoria. Anoten este sitio porque vale mucho la pena.
LOUREIRO. En Bueu, en la playa de Loureiro de la que toma el nombre. También con unas vistas preciosas sobre la ría, en este caso de Pontevedra, aunque en nuestro caso apenas las disfrutamos porque fuimos a cenar. Comedores amplios y una carta sencilla de cocina gallega, principalmente marinera.
Nuestros amigos habían encargado previamente un bogavante de esos casi prehistóricos. Creo que pesaba unos tres kilos y medio. La presentación, absolutamente kitsch, como pueden ver en la imagen. Tal vez no cuadre mucho aquí aquello de la sencillez. Eso sí, nos quitaron todo el trabajo porque el bicho estaba completamente limpio. Nada de pelear con las pinzas ni con las patas. Así que en casos como este hay que dar vivas a lo kitsch. Y elogiar el trabajo de la cocina. Lo importante, en cualquier caso, es que estaba muy bueno, perfectamente cocido. Con sus tres salsas de rigor, incluida una rosa a tono con la puesta en escena.
Y luego, dos palometas rojas (lo que en Asturias llamamos virrey) al horno. De considerable tamaño. Estupendas. Lo mismo que, una vez más, las patatas que las acompañaban. Lástima que ese día había comido en Solla, porque me hubiera tomado bastantes más. Los postres, con menos interés. Para beber, Louro do Bolo, esa godello de Rafa Palacios que nunca falla.
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