Nunca he tenido muy claro si CASA CONSUELO es una casa de comidas o un restaurante de carretera. Probablemente las dos cosas, aunque desde que se abrió la autovía del Cantábrico la N-634 se ha convertido en una carretera secundaria. Lo que no es obstáculo para que mucha gente se desvíe de la autopista para hacer un alto en el camino en esta veterana casa fundada en 1935 en Otur, muy cerca de Luarca. Desvío justificado porque este es uno de los mejores restaurantes de cocina tradicional de Asturias. Mérito de los hermanos García López, Mon, Álvaro y Roberto, este último ya fallecido, y mérito especialmente de Mari, la mujer de Álvaro, una enorme guisandera que estuvo casi medio siglo al frente de la cocina de esta casa, hasta su inesperada muerte hace dos años. Si tienen ocasión de hacerse con su recetario no dejen de hacerlo. Ella bordaba el pote, el pastel de verduras, las verdinas con marisco, la sopa de patata, los escabeches, el bonito en rollo, y tantos y tantos platos de la cocina tradicional asturiana aprendidos de su madre.
Desde la muerte de Mari, el protagonismo en la cocina lo ha tomado su hijo Álvaro, quien mantiene la carta tradicional que dio fama a la casa pero, consciente de que hay que avanzar, ha incorporado dos nuevos elementos que refuerzan la oferta de Casa Consuelo: las carnes a la parrilla y el atún rojo. No abundan en Asturias los buenos asadores de carne, y mucho menos en el Occidente de la región. Tampoco es habitual encontrar buenos cortes de atún rojo en los restaurantes, más centrados, como es lógico, en los pescados del Cantábrico. Álvaro junior ha visto ahí un buen nicho para desarrollarse, apostando por la calidad en ambos terrenos. Carnes de primer nivel, de distintas procedencias, y atún rojo de categoría.
Así, en mi última visita, pude probar un magnífico morrillo de atún y una chuleta de retinta estupenda. Bien logrados los puntos en ambos casos. Sin renunciar, claro, a lo de siempre. El salpicón de bogavante, que sigue siendo uno de los mejores de Asturias, o un lenguado descomunal de tamaño y de calidad. Para beber un Gran Reserva 904 de 2010, un clásico que, como todo en esta casa, no decepciona. Ojo a la espectacular bodega que manejan, donde pueden encontrar cosas buenas a precios muy interesantes.
Ahora, en temporada, el escabeche de bonito es otro fijo, como lo es el de verduras, y como lo siguen siendo los pescados y los guisos, con la sopera al centro de la mesa: desde la fabada hasta las verdinas con marisco. Además, como es una casa de comidas, se sirven al mediodía menús baratos y contundentes. El servicio, formado por camareros que llevan muchos años en la casa, es especialmente eficaz. Profesionales de sala que toman comandas, sirven soperas, cambian platos y limpian mesas con una velocidad que ya quisiera ver en otros muchos sitios. Ese es uno de sus secretos.
En el local, que también cuenta con barra, puede verse lo mismo a obreros con mono que a turistas y veraneantes o a políticos. Todos comparten el abigarrado y bullicioso espacio de los dos comedores en los que caben 150 personas (algo menos ahora con las medidas de prevención por el coronavirus). Y todos disfrutan, porque a nadie disgustan los platos que allí se sirven. Al contrario. Y porque hay precios para todos. El menú del día, o simplemente un contundente pote asturiano permiten comer por muy poco dinero. Pero si uno quiere darse un homenaje, allí están también los percebes de Puerto de Vega (de los mejores del Cantábrico), las lubinas enormes, las ventrescas de bonito… y ahora también esas carnes de angus, de simental, de wagyu o de retinta.
Y por si todo esto fuera poco, que no lo es, la familia García es también mecenas del arte. Ellos convocan y patrocinan el certamen La Gastronomía en la Pintura, que lleva ya diecisiete ediciones y al que se presentan pintores de toda España. Eso les permite tener una de las mejores pinacotecas gastronómicas que existen, con las obras de los más destacados pintores asturianos. Algunas de ellas pueden verlas decorando las paredes de los dos comedores.
Gran trabajo de una gran familia que, además, son buena gente. Larga vida a Casa Consuelo.
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