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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Una vuelta por Almería

Carlos Maribona el

Nicolás Martínez, propietario de La Gruta, en su restaurante (foto Andaluciacocina.com)

Un curso sobre gastronomía organizado por la Universidad de Almería en el pueblo de Alhama, dirigido por el cocinero y empresario Antonio Gázquez, me ha permitido regresar a la capital almeriense un par de días. Regreso agradable porque Almería puede presumir de un producto excepcional, especialmente en sus aguas, pobladas de excelentes mariscos y pescados de los caladeros de Alborán que llegan a los puertos de Garrucha, de Adra y de la propia capital, pero también las verduras y hortalizas cultivadas en los invernaderos que cubren de plástico buena parte del territorio. Sobre ese producto se ha centrado fundamentalmente el curso, titulado “Emociones al paladar”, que ha contado con una nutrida participación de alumnos y en la que han intervenido como ponentes o en las diversas mesas redondas, cocineros, periodistas y especialistas gastronómicos. El director, Antonio Gázquez, es propietario del restaurante LAS ERAS, en Tabernas, donde dirige también un centro de formación, y desde hace unos años se dedica a elaborar diversas conservas de calidad, especialmente de tomate, el producto rey de los invernaderos almerienses. Con él, además de quien esto firma, han participado, entre otros, los cocineros Abraham García (VIRIDIANA) y Juan Andrés Morilla (EL CLAUSTRO, Granada, que será el representante de España en la próxima edición del Bocuse d’Or en Lyon); el biólogo Joaquín Pérez Conesa, o los periodistas Carlos Santos (Radio Nacional), José Oneto (Cope) y Rafael Cremades (Canal Sur). Interesante repaso al producto de calidad, a la cocina andaluza, a la cocina de fusión y a otros muchos aspectos de la actualidad gastronómica.

Pero además del curso, donde también comíamos ya que el cocinero-ponente de cada día se ocupaba de servir una degustación un par de cenas gastronómicas con mucho interés. La brevedad del viaje y la intensidad del curso universitario me ha dejado sin tiempo para volver a visitar ALEJANDRO, en Roquetas, donde cené maravillosamente hace dos años y que este año estrena una merecida estrella Michelin. Tengo que pedirle disculpas a Alejandro Sánchez que sé que junto a Alberto Fernández (ASTURIANOS), que pasa allí unos días de vacaciones, me había preparado una cena para el martes. Pero no pudo ser. Tampoco, por la distancia, he estado en otro de mis favoritos almerienses, LA TERRAZA CARMONA, en Vera, uno de los sitios donde mejor se come en toda la provincia. Tampoco me hubiera importado pasarme por el puerto pesquero de Garrucha, donde hay un par de sitios con pescados maravillosos, además de las gambas rojas que dan fama al pueblo.

Como la cosa iba de producto, nada mejor que la cena del lunes en un clásico del tapeo almeriense: CASA JOAQUÍN (Calle Real, 111). Me lo descubrió hace dos años mi buen amigo Raimundo García del Moral, con el que compartí entonces una cena memorable. De esas que el blog llamamos de producto, producto, producto. En esta ocasión, compartiendo una de las escasas e incómodas mesas de madera que hay en el local con Abraham García y Joaquín Pérez Conesa, hemos sido más moderados a la hora de pedir. Menos cosas, pero todas de una calidad innegable. Excelente ensaladilla rusa (que estaría en todos los ranking de nuestros blogueros), y magníficos boquerones en vinagre para empezar. Luego, unas gambas rojas de esas de Garrucha, que no tienen nada que envidiar, incluso al contrario, a cualquiera de las renombradas de las costas levantinas. Grandes, con sabor intenso, en su justo punto de cocción. Dimos cuenta cada uno de tres impresionantes ejemplares, y hubiéramos seguido con otras tantas. Continuamos con un tierno y sabroso calamar a la plancha, regado con buen aceite. Y terminamos con un gallopedro, sin duda el pescado más representativo de la costa almeriense. La pieza era de lujo. Lo tomamos frito y por desgracia se les fue un poco la mano en la cocina y quedó algo seco. Aún así estaba francamente bueno, especialmente la cabeza. Rematamos con unas alcachofas de bote que Abraham vio allí expuestas y le entraron por los ojos. Aliñadas con aceite de oliva, estaban muy bien de tamaño y de textura, aunque al final no resultaron tan excelentes como parecían. Sólo bebimos cervezas, bastantes, y al final la cuenta no llegó a los 200 euros, poco más de 60 por cabeza.

Caminando de regreso al hotel por el paseo que rodea el puerto, Abraham nos metió en un bar-restaurante marroquí donde incluso la carta estaba en árabe. “Aquí tiene que haber buen té”, nos dijo. Y efectivamente, nos prepararon unos tés morunos francamente buenos que nos tomamos en una mesita en agradable conversación ante la sorpresa de los camareros, que me parecieron poco habituados a clientes españoles. Y ya que les hablo del regreso al hotel, qué pena la decadencia y estado en que encuentra el GRAN HOTEL, durante tanto tiempo referencia hotelera de la capital almeriense. Sólo le salva ahora su excelente emplazamiento.

A la segunda cena, de despedida, nos convocó a varios ponentes Antonio Gázquez. Un restaurante que no conocía y que durante muchos años ha ocupado un lugar destacado en las guías gastronómicas al referirse a Almería: LA GRUTA (www.asadorlagruta.com). Un sitio peculiar en las afueras de la ciudad, enclavado en las cuevas de una antigua cantera. Auténtica gruta en la que se reparten varios comedores y una bodega natural verdaderamente impresionante, con miles de botellas, todo bastante tradicional pero con algunos vinos franceses de auténtico lujo. Lo curioso de este restaurante es que en una zona marinera su especialidad son las carnes. Cuando llegaron las vacas locas incorporaron también el bacalao, que ahora, recuperado el consumo carnívoro, es su otro producto estrella. En el expositor de la entrada se exhiben piezas muy aparentes, especialmente las chuletas de vaca vieja. Piezas que sin embargo, no responden por completo a lo que prometen. Al menos la que me llegó a mi, algo falta de sabor, aunque muy tierna. Y para colmo en un plato refractario de esos que pasan la carne y ahúman al personal. Tampoco acabó de convencernos la otra especialidad de la casa, el bacalao al pilpil. Lo hacen, en la cocina a la vista de los clientes que hay en la entrada, con un artefacto mecánico que mueve la cacerola para ligarlo. Pero por el resultado creo que el movimiento manual, el que da el brazo del hombre, todavía es insustituible. Eso sí, el bacalao, de mucha calidad. Acertaron los que como plato principal pidieron chuletillas de cabrito: estupendas. También estaba mejor el cochinillo asado.

Muy por encima de los platos principales estuvieron las entradas. Muy buen jamón, perfectamente cortado. Tomate kumato cargado de sabor y regado con un aceite excelente, creo que era Castillo de Tabernas, almeriense. Lástima que estamos fuera de la temporada del raff, sin duda el mejor de los tomates de Almería, pero su temporada se acaba a finales de mayo o primeros de junio. También excelentes las anchoas en salazón, tanto que repetimos. Magníficas unas mollejas salteadas. Y muy ricas las verduras de la zona en parrillada, lo mismo que unos pimientos fritos que llegaron después para acompañar las carnes. Todo buen producto. Todo bien tratado. Como vino, dentro del clasicismo de la bodega, un Contino del que no vi la añada. Y mención para el pan, nada que ver con el que se suele servir por ahí. Amable y eficaz servicio de sala, bajo la atenta mirada del propietario, Nicolás Martínez, que nos enseñó todo el restaurante y esa bodega de la que les hablaba.

Satisfactorias siempre las escapadas a Almería. Una provincia un tanto olvidada pero que merece la pena visitar y disfrutar.

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