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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Club Bonche, puros y lamprea

Carlos Maribona el

Hoy voy a hablarles del tabaco. Y primero de todo, una cuestión previa. Jamás he fumado cigarrillos. Sí soy fumador de puros, pero más esporádico que habitual porque la ceremonia en torno a un buen habano requiere sobremesas pausadas y relajadas de las que no suelo disponer. Dicho esto, y aunque no sea políticamente correcto expresarlo, en esta historia del tabaco me molestan los talibanes. Los de los dos lados. Los que no piensan nada más que en prohibir y los que no respetan al prójimo ni son conscientes de dónde y cuándo se puede y se debe fumar. Me molestan tanto los que protestan siempre y sacan su dedo acusador contra el fumador recordando los tiempos de la inquisición como los que encienden un cigarro tras otro ya desde el aperitivo sin consideración alguna para sus compañeros de mesa. O quienes encienden grandes puros cuando en las mesas de alrededor la gente aún está empezando a comer. O quienes son incapaces de aguantar y le dejan a uno plantado a mitad de la comida para salir a la calle a fumarse un cigarrito, rompiendo a la vez el ritmo de la cocina del restaurante. Me molesta la hipocresía de unos gobernantes que obligan a poner fotos siniestras en las cajetillas sin atreverse a prohibir el tabaco porque es una fuente importante de ingresos. Me molestan quienes aprueban leyes contradictorias que obligan a los restaurantes a hacer costosas inversiones para separar a fumadores de no fumadores y al poco tiempo les dicen que las obras realizadas ya no sirven para nada porque se cambia la norma. En cualquier caso, si tuviera que elegir, me quedaría en el bando de los no fumadores, pero en el de los tolerantes, y no porque el tabaco me moleste, que no es el caso, sino porque entiendo que el exceso de humo puede estropear una buena comida. Por eso creo que el futuro está en una fórmula que ya tienen algunos restaurantes, una sala independiente del comedor donde terminada la comida los clientes pasan a fumar y a tomarse una copa.

Viene esto a cuento de una comida que he tenido en Santiago de Compostela invitado por un club de fumadores de puros que responde al nombre de CLUB BONCHE. Para los no iniciados, bonche es el conjunto de tres hojas envueltas por el capote que forma el corazón de un puro. Los socios del club Bonche son, claro está, grandes fumadores de puros. Pagan una cuota anual y disponen de un local propio con salones para fumar, taquillas privadas en una sala acondicionada para mantener y almacenar sus puros en perfectas condiciones, descuentos especiales y numerosas actividades que incluyen presentaciones y catas, actuaciones en vivo de grupos musicales y comidas y cenas preparadas por conocidos cocineros.

Además de las cuotas, el club se financia porque su local es un café-pub abierto al público todas las tardes y noches menos las de domingo. Está en la avenida Rosalía de Castro, 128, y tiene una cuidada oferta. Por supuesto de puros, más de cien vitolas de distintas procedencias que se venden allí mismo ya que cuentan con licencia de expendeduría. Pero también de cafés e infusiones, con una amplia variedad, y una larga carta de copas que incluye marcas premium de maltas, rones, coñacs, oportos… y también ahora de ginebras. Le eché un vistazo a esa carta y la oferta de ginebras de calidad, con casi todas las novedades, está a la altura de los mejores establecimientos de Madrid o de San Sebastián, por poner dos ejemplos de ciudades donde se impone el gin tonic. Un sitio muy interesante. Tan interesante como sus socios. Gente de todas las profesiones, de todas las clases sociales, de todas las edades (sorprende ver a tantos jóvenes) unidos por su afición a los puros. Lo que implica afición a disfrutar de los placeres de la vida.

Como les decía, me hicieron el honor de invitarme a una de sus comidas y de paso entregarme un bonito recuerdo con forma… de caja de puros de madera. Estupendo ambiente para disfrutar de una comida en torno a la lamprea. Los dos platos que tomamos habían llegado preparados ya desde dos diferentes puntos de Galicia. Empezamos con el fiambre de lamprea, una preparación magnífica que he tomado varias veces en Arbo, en la que la carne de la lamprea se entremezcla con pimiento rojo, huevo duro y otros ingredientes para hacer un rollo que luego se corta en rodajas. Estético por su colorido, y muy sabroso. Lo acompañamos, a la manera tradicional, con ensaladilla rusa. Este fiambre venía de As Neves, al lado de Arbo, a orillas del Miño. Si no lo han probado nunca no dejen de hacerlo.

El segundo plato era un timbal de lamprea del Ulla. Elaborado en la panadería Gerardo, de Pontecesures. Aunque he comido la lamprea en muchas formas, nunca de esta manera. Una gran empanada cerrada que contiene en su interior la lamprea guisada en una bordelesa suave. Al abrirla por arriba salen todos los aromas del guiso. Cómo estará hecha para que la masa de pan conserve durante bastante tiempo sin deshacerse la lamprea y su salsa. Me cuentan que lleva dos o tres tipos de masa diferente y que en cada timbal se emplean dos lampreas. Estaba buenísima y nos dimos un buen homenaje. Ya saben que es un pescado indigesto, pero a mí me sentó muy bien.

De postre, unas espléndidas cañas de Carballiño. Desentonó el vino, un crianza 2005 de Rioja. La lamprea pide vinos tintos gallegos, más ligeros y con mayor acidez, especialmente de mencía aunque valen otras variedades locales. Naturalmente, el colofón a este homenaje a la lamprea fueron los puros. Para esta comida habían traído la edición limitada 2007 del Romeo y Julieta Escudos. Tamaño perfecto para una sobremesa no muy larga pero especialmente agradable. En el salón donde hicimos la comida, un tanto antañón en su decoración, tienen potentes extractores de forma que a pesar de encenderse 40 puros a la vez no hubo ninguna humareda.

Estupenda la iniciativa de estos santiagueses y mi agradecimiento por su hospitalidad conmigo.

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Carlos Maribona el

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