Este 16 de febrero, se cumplen diez años de la muerte de Santi Santamaría en Singapur. Ya no están sus restaurantes, ni Can Fabes ni Santceloni (al menos el Santceloni que él quería) ni ninguno de los otros. Pero su cocina, sus recetas, sus artículos, sus libros, siguen estando muy vigentes. Casi diría que más vigentes ahora que entonces. Como saben, yo estaba allí, en la cocina de su restaurante Santi, cuando cayó desplomado. Una década después las terribles imágenes siguen estando muy vivas en mi memoria. En su recuerdo, reproduzco la crónica que, todavía impresionado, publiqué al día siguiente de la tragedia.
“Santi Santamaría ha muerto. Así de fácil. Así de sencillo. Así de tremendo. Siempre es complicado informar sobre la muerte de alguien. Pero cuando además esa muerte se ha vivido de cerca, es mucho más complejo. En un comentario de urgencia decía que ha sido un verdadero palo que me ha dejado profundamente afectado. Ya es casualidad que el chef de Santceloni haya venido a morir a Singapur. Pero mucha más casualidad es que, junto a un pequeño grupo de colegas, yo también estuviera en Singapur. Y no digamos nada si encima todo ocurrió en el mismo momento en el que estábamos visitando su restaurante en este país asiático. Santi era un gran cocinero. Así lo he escrito muchas veces. Había discrepado con él en varias ocasiones, pero más en las formas que en el fondo. Siempre aceptaba las críticas con deportividad. Y con la inteligencia y la cultura que poseía –como muy pocos de sus colegas- podíamos entrar en largos e interesantes debates. Él intervino muchas veces en mi blog para rebatir algún comentario o para exponer sus puntos de vista. Y me citaba con frecuencia en el suyo. Nos llevábamos muy bien. De hecho fue él quien me invitó a unirme a este viaje a Singapur porque tenía mucho interés en que conociera el trabajo que junto a su hija Regina, que dirige el restaurante Santi en el lujoso hotel Marina Bay Sands, y el resto de su equipo llegado de España, están haciendo aquí. Anoche mismo compartíamos charla en el bar del hotel mientras brindábamos con unos gin tonic por el nacimiento de su primer nieto hace apenas una semana.
Como les he venido contando, habíamos venido a Singapur un pequeño grupo de periodistas españoles junto a colegas de otras partes del mundo para asistir a la inauguración de un museo de las artes y las ciencias en este descomunal hotel de Singapur, con más de 2.500 habitaciones y todo tipo de instalaciones, incluidos siete restaurantes dirigidos o asesorados por cocineros de primer nivel. Precisamente todos ellos habían dado una rueda de prensa sobre las cuatro de la tarde hora local (siete horas más que en España). Allí estaban, con Santamaría sentado en el centro, Mario Batali, Tetsuya Wakuda, Guy Savoy, Daniel Boulud o Wolfgang Puck. Me llamó la atención lo locuaz que estuvo el chef de Sant Celoni, que habló bastante sobre la importancia de su presencia en Singapur, su apuesta por la cocina mediterránea y por el producto español y la filosofía de su trabajo. Algunas personas próximas contaban que le habían visto algo más nervioso de lo habitual, tal vez por el fuerte estrés de estos días.
El plan de la organización consistía en que los periodistas presentes, divididos en grupos, fuéramos rotando a lo largo de la tarde por esos seis restaurantes para conocerlos, charlar con los chefs y probar algunos de sus platos aunque en raciones mínimas. El tercero que visitábamos los españoles, a eso de las 19,30 hora local (12,30 en España), era precisamente Santi. Santamaría nos recibió en la puerta, cariñoso como siempre, junto a su hija Regina, directora del restaurante. Allí dio unas palabras de bienvenida, que Regina tradujo al inglés porque en el grupo había algunos angloparlantes, e inmediatamente pasamos a la cocina, donde se servían los platos que había preparado para la ocasión, todos en forma de tapas: gazpacho, ostras en escabeche, pinchos morunos, pulpo con romesco, pan con tomate y jamón ibérico (que se cortaba al momento en la cocina), y unos buñuelos de chocolate. Allí hablé por última vez con él, comentándome que había preparado una cosa ligera y rápida teniendo en cuenta que la visita de cada grupo estaba programada para unos 25 minutos. Hablamos del jamón y de lo buena que estaba la ostra escabechada. Allí estaba cuando se produjo la desgracia, junto a otros colegas como Cristino Álvarez o Mikel Zeberio. Santi se desplomó inconsciente, al parecer víctima de un ataque al corazón. Y ya no se recuperó. Lo llevaron con urgencia al hospital, acompañado en la ambulancia por su hija Regina y algún miembro de su equipo, y allí falleció unas horas después”.
Esta es una de las últimas fotos que se le hicieron a Santi mientras daba una rueda de prensa junto a sus colegas con restaurantes en el hotel Marina Bay Sands de Singapur. Pueden verle exultante y feliz. Le quedaban apenas cuatro horas de vida. A su lado aparecen el francés Guy Savoy (a la derecha) y el austriaco Wolfgang Puck, fundador, entre otros muchos restaurantes, de los célebres SPAGO de Los Ángeles y Las Vegas. Ambos cenaron con Santi la víspera y ambos se portaron de manera ejemplar desde que conocieron lo ocurrido a su compañero y amigo. Sirva la imagen como homenaje a ambos y al resto de sus colegas como Daniel Boulud o Tetsuya Wakuda. Todos mostraron esos terribles días una enorme categoría humana.
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