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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

La jubilación de un cocinero

Carta abierta a un profesional que se retira tras casi medio siglo de trabajo anónimo

La jubilación de un cocinero
Ángel Molina, a la izquierda, con Miguel Velasco, su sucesor
Carlos Maribona el

Ángel Molina ha sido durante casi medio siglo cocinero en DE LA RIVA, una de las grandes casas de comidas de Madrid. Uno de tantos profesionales que de forma anónima han trabajado y trabajan para hacer felices a los clientes. El 31 de enero Ángel se jubila. Su jefe y amigo, Pepe Morán, propietario de De la Riva, me manda esta carta que rinde homenaje a este cocinero y que podría aplicarse a otros miles y miles de colegas, muchos de los cuales están pasando días difíciles con la preocupante situación de la hostelería. Reproduzco íntegra esa carta que define muy bien a tantos y tantos cocineros que, lejos del ruido mediático, hacen cada día un excelente trabajo. Gente que, como escribe Morán, “dignifica un oficio necesario e imprescindible”. Lean.

“Como esas cocineras de películas antiguas, nuestras abuelas y muchas madres, Ángel siempre estuvo en la misma Casa, de Comidas. Desde siempre en De la Riva, ese es su currícuculum, no hay estrellas, ni recorridos singulares, pocas fotos, menos entrevistas y mucho trabajo, trabajo y más trabajo.

Cuando le conocí hace algo más de 20 años, con ocasión de la compra del negocio familiar De la Riva, él ya llevaba allí más del doble de eso. Obdulia, la cocinera de Antonio Maura, le fue enseñando su magia y Ángel fue discípulo aventajado de esa tradición antigua, de poca técnica y mucho reiterar. De repetir el mismo ritual de los guisos de siempre para que salgan como siempre. Aunque esto último no sea verdad, no puede serlo, pues cada día es diferente, las temporadas cambian y los ingredientes también, los estados de ánimo y la valoración del cliente. Aquí han comido los mejores callos del mundo y los buenos; las impresionantes patatas con rodaballo y unas perdices con personalidad de la casa, pero que nada tenían que ver con aquellas que nos trajo un día el Conde Güell y que son inolvidables. Una vez compré a Ernesto Prieto padre (D.E.P.) un calamar de 37 kilos, no exagero, tengo fotos. Nunca volveré a comer unos calamares en su tinta iguales, exactamente iguales. También cayeron encebollados y con patatas en guiso, lo que fue imposible fue hacer rabas fritas con ellos. Elegir la técnica de cocinado si fue importante es este caso.

Este 31 de enero, después de haber seguido un año más en jubilación activa, Ángel decide que se retira definitivamente y le pasa el relevo a Miguel Velasco. Todos estos años juntos, con Mantilla, con Jesús, que también en un mes se retira parcialmente, han sido para mí  de aprendizaje. Vaya trabajadores, qué sentido de la responsabilidad, del deber, cómo apoyan a su empresario de palabra y obra a diario y cómo marcan el camino a los que llegan para que aprovechen el lugar y sus peculiaridades, las leyes de España que les amparan y las condiciones de trabajo, seguridad y aprendizaje para prosperar. Entre estos cuatro profesionales de la hostelería suman más de 150 años de trabajo en De la Riva. Pues bien, nunca les he cursado una baja por enfermedad, nunca les he visto ir en dirección contraria a donde se reclamaba su servicio, nunca han rehuido encargo, cambio de servicio, horario o reconversión. Trabajar con este tipo de personas es edificante y te hace sentirte orgulloso.

Ángel se jubila después de compartir conocimiento, cariño y amor por el trabajo. Representa el verdadero potencial de este sector, lejos de los focos mediáticos y los halagos franceses, yo no soy “ilustrado”. Angel Molina es uno de esos Reyes del Delantal Desconocido que desde colegios, residencias, polígonos, hospitales, tabernas y casas de comidas reivindican un oficio necesario e imprescindible. Le he dirigido como he podido en De la Riva, no es fácil. Gracias a él he conocido el verdadero lujo. Está más cerca del tenedor de acero “inolvidable” que se dobla, que de la cuchara de alpaca. No hace falta el solomillo Wellington al lado de esa placa con un delantero de pecho de ternera que lleva horas asando en el horno. Lujo de flanes y natillas, cuajadas y torrijas. Lujo de persona, sin alardes, sin reivindicaciones, un tipo duro porque el trabajo lo es, pero sólo hasta que el peligro ha pasado.

Me ha dicho que ya quiere descansar, quiere cuidar de su Loli, de su padre de 94 años, de su hija Cristina. Quiere viajar, ir a la Ópera, amabas cosas serán nuestro regalo de jubilación, aunque haya de posponer su disfrute. Abrimos paso con orgullo a su nueva etapa, pues nos deja un legado de sabiduría y buen hacer a Miguel Velasco y al resto del equipo con el que has ido trabajando día a día. Legado que los que seguimos en la casa, agradecemos y respetamos.

Gracias pues Ángel por estos maravillosos años, por tu actitud y aptitud, por tu hardware y tu software, que nos dejas en herencia. Por tu sonrisa y por tu mala leche, sin ella tampoco podríamos haber dado aquel servicio que termino a las 5.30 de la mañana. Sé que tienes tus planes y que vendrás a vernos a menudo. Y tú sabes que cuentas con todos nosotros para lo que sea, que De la Riva siempre será tu casa y que todos los que nos quedamos a proseguir con el trabajo que iniciaron Obdulia, Paulino, José Gil o Lucio estamos muy orgullosos de haber trabajado contigo, de haberte respetado y de quererte, y no sólo porque a diario nos hicieras la comida.

Muchas gracias Ángel.

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