Yo no fumo. Pero me cabrea mucho la nueva Ley antitabaco. Como me cabrean todos los intentos de los polÃticos por decirnos lo que está bien y lo que está mal, por controlar nuestras vidas. Reconozco que no me gusta esa gente que sin respeto para los demás enciende un cigarrillo tras otro cuando se sienta a la mesa. Pero hay un término medio entre ellos y los talibanes que nos quieren imponer la prohibición total. En cualquier caso, a quien más cabrea la nueva ley es a los empresarios de hostelerÃa. Menudo dilema. Si tienen un local de más de 100 metros deberán afrontar costosas obras de adaptación para instalar una zona de fumadores. Y no están los tiempos para muchas inversiones. Pero si el local es más pequeño, cosa frecuente, tendrán que optar entre permitir el tabaco o prohibirlo. Si lo permiten ya no podrán entrar los clientes con niños pequeños, lo cual es un chantaje inaceptable. Si lo prohÃben corren el riesgo de perder una parte considerable de su clientela, porque les guste o no a nuestros parlamentarios en España fuma mucha gente. ¿Y qué me dicen de los banquetes y celebraciones? ¿Se imaginan una boda sin los correspondientes puros? Mucha gente que no fuma enciende uno ese dÃa como parte de la tradición. Asà que ahora, en las bodas, habrá que elegir: tabaco o niños. A mà hay veces que me molestan más los niños en un banquete que el tabaco, pero en fÃn. El daño que se va a hacer a un sector no muy boyante es grande. Ya puestos, más 'ideas' para los talibanes: que no se sirva alcohol en los restaurantes, y si se sirve que también se prohÃba la entrada a los niños. Hay que evitarles los malos ejemplos. Y luego, para evitar los riesgos de obesidad infantil podemos prohibir que se sirvan platos con grasas, y más tarde podemos medir la sal que se emplea, que ya se sabe que es mala... y asà hasta que no podamos más. El camino es largo.