La inminente aparición de las guÃas gastronómicas de 2006 tiene alterado al mundillo de los fogones. Una mejor o peor calificación no sólo afecta al orgullo profesional del cocinero sino que tiene una evidente repercusión económica, sobre todo si hablamos de las guÃas de mayor difusión en el mercado, especialmente la GuÃa Campsa, avalada por la Academia Española de GastronomÃa. Corren los rumores como la pólvora y sin esperar al dato cierto se plantea ya la polémica. Una de las más enconadas viene en torno a la figura de un cocinero catalán afincado en Madrid y que hasta la fecha habÃa gozado de un reconocimiento unánime. Ahora, al hilo de si pierde o no calificación, han surgido entre los crÃticos gastronómicos fervientes defensores que lo ponen en los altares y otros que consideran que está fracasado. Como fui uno de los primeros en apoyarle desde ABC cuando desembarcó en la capital, en aquél pequeño local de Doctor Fleming, creo que puedo terciar en el debate. El cocinero en cuestión (el nombre, para los que no lo hayan adivinado aún, lo daré en fechas próximas) es un grandÃsimo cocinero. Pero para mantener un restaurante en la cúspide hay que estar todos los dÃas al pie del cañón, y no disperso en mil y una batallas tanto gastronómicas como mediáticas. Salvo que se prefiera ganar mucho dinero antes que mantener el prestigio profesional.