Hace ya unos cuantos meses, casi un año, todos estuvimos pendientes de qué ocurría con la entrada de Uber en el mercado español, y la fuerte oposición del gremio de taxistas por entender que ejercen una competencia desleal. Después de unas cuantas manifestaciones, Uber, la aplicación móvil que convierte a cualquiera en conductor, terminó prohibiéndose en España.
Esta semana que he estado en Londres, y para mi sorpresa, he podido comprobar, no sólo que Uber funciona a las mil maravillas en la capital inglesa, sino que tiene una integración bastante agresiva como Google Maps. Google lo muestra como opción dentro de los mapas junto al transporte público, con el tiempo y coste aproximado del servicio.
Yo soy del parecer que, como lo decía, Taiichi Ohno, padre de los sistemas de producción modernas, todo proceso que no aporte valor al cliente final, tiene que ser eliminado. ¿En realidad el sistema de licencias de los taxis aporta algo al cliente? Yo creo que nada. Muchos te dirán, que los taxistas pasan numerosas ITVs y revisiones de conducción, algo que sirve para comprobar que el taxi es seguro, y que conducen correctamente. A mi, sinceramente, me dan más confianza las valoraciones de otros clientes, que puedo ver desde una aplicación como la de Uber, a que el taxista haya sido capaz de pasar un test psicotécnico.
Que Uber es ilegal, de eso no hay duda, pero tampoco esa legislación protege al cliente, ni le aporta nada. Puede que hace 30 años, un taxista con licencia oficial daba seguridad. Hoy en el año 2015, en la era de internet, donde las opiniones de los clientes y el efecto network, hacen innecesarios tantos controles gubernamentales que sólo añaden coste al servicio.
Es el momento de eliminar reglas y trabas anticuadas que no aportan nada. No hay más que ver los países donde Uber está presente, donde ni la integridad del pasajero ha corrido peligro, ni nadie ha sido engañado, sino que el sector se ha visto revitalizado.
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