Hace muy poco leía en un fantástico artículo de Ana Carbajosa en El País, titulado “Trabajar para vivir en el planeta sueco”, cómo en el país escandinavo existe otra manera de conciliar la vida familiar y la laboral. Y después de estar trabajando varios años en varios países, además de Suecia, os puedo asegurar que lo que relata no sólo ocurre allí desde hace muchos años, sino en muchos otros países también. En ellos se ha dejado atrás esa lucha entre empresario y trabajador, para llegar a un punto de equilibrio donde se intentan maximizar tanto los intereses de uno como del otro. Al fin y al cabo, empleados y empresa forman parte de un todo, si el trabajador está en una mala situación, no rinde y afecta a la empresa, y si, la empresa va mal, los ingresos del empleado puede peligrar. Así que a todas las partes, ante esta clara simbiosis, les interesa que todo vaya bien.
Eso permite por ejemplo, que en Motorola los trabajadores los viernes trabajen desde casa para evitar los atascos previos al fin de semana.
A pesar de todo, en España nos encanta fomentar y mantener los estereotipos de empresario malo y trabajador vago, imposibilitando cualquier equilibrio.
En esa línea de reflexión, Cristina Riesen, Directora General EMEA de la conocida aplicación para tomar notas, Evernote, me contaba cómo la oficina y el presentismo se encuentran obsoletos en el mundo hiperconectado en el que nos encontramos. Cristina tiene claro que estamos apunto de dar ese salto, necesario para mejorar la productividad, al mismo tiempo que la conciliación familiar. Ahi es donde aplicaciones de colaboración como Evernote, nos dan la posibilidad de trabajar desde cualquier lugar.
Tras la primera revolución agrícola, los seres humanos pasaron de un estilo de vida de cazadores-recolectores a convertirse en una sociedad sedentaria. La revolución industrial de los siglos XVIII y XIX llegó después, y fue testigo de cómo la mecanización transformó el paisaje de trabajo agrario. Ahora, estamos en medio de otra revolución: la digital.
La tecnología está ocupando todos los aspectos de nuestras vidas y alterando los límites del trabajo y el ocio. Al igual que nuestros predecesores tuvieron que adaptarse, asentándose en un terreno y a utilizar maquinaria, nosotros tenemos que adaptarnos a los nuevos cambios que han provocado nuestros avances. Esto significa desechar las viejas definiciones de trabajo y productividad.
Sentarse en la mesa de nueve a siete, de lunes a viernes, es lo que todo el mundo espera, y lo que sucede en todos los escalones de la escalera corporativa. Hemos aceptado la creencia de facto de que si no estamos presentes en la oficina, entonces nos estaremos “escaqueando” en casa. Este podría haber sido el caso hace cien o incluso hace treinta años, antes de que pudiéramos estar conectados fácilmente los unos con los otros. Pero con la llegada de la mensajería instantánea, las redes sociales y los servicios en la nube, nuestra actitud, anticuada y profundamente arraigada, hacia la forma de trabajar nos está frenando.
Estar encerrados en una habitación durante ocho horas al día ya no es la manera de hacer las cosas. A medida que la tecnología sustituye y automatiza las numerosas tareas que solían mantenernos ocupados, “trabajar” consiste más en la innovación y menos en girar ruedas. Por lo tanto, el nuevo espacio de trabajo necesita crear un entorno que pueda fomentar tanto la productividad como la creatividad. Hasta el momento, hemos hecho un muy buen trabajo no fomentando ninguno. En lugar de ello, dedicamos demasiado tiempo y esfuerzo en moldearnos a una plantilla de rendimiento pre-digital: estar presentes, que nos vean ocupados. Podemos trabajar en cualquier momento desde prácticamente cualquier lugar, ¿por qué sigue estando el estigma social asociado a la flexibilidad laboral?
Tenemos que alejarnos de la suposición de que trabajar a distancia significa trabajar menos, y de que trabajar más horas significa que estamos haciendo más. Trabajar 14 horas no nos hace automáticamente más productivos que alguien que ha estado en la oficina cuatro. Las buenas ideas nacen en un buen lugar y pueden ocurrir en cualquier momento. No se trata de mantener un horario estructurado, sino en encontrar el mejor momento y lugar para ti, como individuo, para trabajar. Cuando los empleados están en sintonía con su propia cadencia de trabajo, la empresa es más productiva en general. Tenemos que seguir el ejemplo de la naturaleza de las buenas ideas: disruptiva, impredecible y flexible.
En cierto modo, estamos a punto de llegar al punto de partida. La revolución digital está acabando con la idea de la oficina, y el estilo de vida nómada del pasado es ahora también el futuro de la forma de trabajar.
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