El mundo de las startups es todavía un fenómeno relativamente nuevo. Prueba de ello es que la mayoría de las personas, no saben definir lo que son, cuando piensan en un startup, imaginan una empresa pequeña, con menos de un año de vida. Y aunque muchas cumplen con estas condiciones, no son las que hace de una empresa, una startup. Probablemente lo que define a una startup sea la palabra incertidumbre, es decir, una empresa para ser considerada startup, tiene que estar planteando un modelo de negocio, cuya viabilidad no haya sido previamente probada. Por ejemplo, abrir una pizzeria en la mitad de Madrid, es un negocio normal, pero si la misma pizzeria, por ejemplo, sólo ofrece productos para celiacos, ahí añadimos el componente de incertidumbre, y se puede denominar startup.
Al igual que ocurre con las startups, los fondos de inversión también son nuevos en este ámbito. No es lo mismo invertir en el mercado inmobiliario, que en una empresa de internet, con un producto mucho más arriesgado y volátil. Eso sí, mil veces más barato. El inversor actual, lo que hace es invertir en pequeñas cantidades en muchas startups esperando a que alguna se convierta en un “unicornio”. Una empresa unicornio, es aquella, que no tiene modelo de negocio viable, y sobrevive gracias a los fondos de los inversores, pero su potencial esperado en el futuro es tan grande, que realmente esp no importa.
El inversor, ni siquiera busca que la empresa donde invierte tenga beneficios o éxito, lo que realmente espera, es que sea lo suficientemente atractiva para que otro fondo invierta, aumentando así su valor, y pueda vender sus participaciones, multiplicando por 10 o 20 su inversión inicial. El problema es, que esto no es más que especulación pura y dura, y una nueva burbuja a base de empresas unicornio. La startup invertida aumenta de valor con salidas y entradas de fondos de inversión, a pesar de no tener un modelo de negocio viable, que, sin el dinero de los inversores, no se sustentaría por sí sola. Un modelo de inversión, poco responsable que no aumenta la utilidad real de la empresa, sólo su valor especulativo.
Hasta hace poco las startups que no podían ser unicornios, no eran interesantes para los inversores, porque no representaban una salida rápida ante la aparición de nuevos fondos. Pero eso está cambiando, ahora, las startups “cucaracha”, aquellas, que llevan más de cuatro años siendo rentables, pero sin grandes números, y sin llamar demasiado la atención, empiezan a ser interesantes para los fondos de inversión. Las cucarachas pueden sobrevivir a una bomba nuclear, y aunque son pequeñas, nadie las quiere tener cerca, igual que la competencia de las startups. Aunque este modelo de inversión tenga más sentido que el anterior, sin duda, actualmente, es mucho menos atractivo financieramente, y raramente veremos multiplicadores sobre la inversión similares.
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