Qué hubiera sido de Charles François de Cisternay si no hubiera podido representar su idea en 1733, cuando el científico francés presentó la descripción de los diferentes puntos de carga eléctrica y la ley que rige su comportamiento, en la que identificó y calificó como electricidad vítrea y electricidad resinosa (hoy conocidas como carga positiva y carga negativa); esos dibujos representaron el estudio haciéndolo comprensible y manejable para todos. Lo mismo sucedió con el inglés George Hadley y sus diagramas realizados en 1735 para describir el movimiento de los vientos alisios, los patrones de circulación atmosférica del aire entre el ecuador y los 30º de latitud norte y sur.
Explicar sus ideas y hacerlas creíbles y demostrables, el hecho de ilustrarlas y fotografiarlas así como dibujarlas o representarlas, es imprescindible en el mundo de la ciencia. No solo para su compresión sino también para futuros estudios que puedan llevar a nuevos descubrimientos. Hay conceptos como los de física y matemáticas que son especialmente difíciles de representar, aunque también hay representaciones increíblemente sencillas de ideas complejas y revolucionarias.
La ilustración científica cuenta con verdaderos artistas y sus obras de arte, como los grabados de Vesalio, las acuarelas de Galileo o las pinturas de Frank Netter. Aportaron un virtuosismo visual y una capacidad de compartir de forma sencilla y eficaz, conjugando los conocimientos científicos con la representación visual, para así llegar a un público más amplio y al mismo tiempo, promover la importancia de la ciencia en el mundo.
Este tipo de ilustración basa su valor en la verosimilitud, la exactitud, la funcionalidad y la información que debe aportar, y si además se le añade el toque artístico de la belleza, tenemos un conjunto de factores cercanos o iguales a un arte funcional y contemplativo. Pero es algo que no está al alcance de todos, es tal el grado de exactitud y de conocimiento científico que se necesitan para dibujar los elementos con precisión, que muchos científicos realizan ellos mismo las ilustraciones. Un claro ejemplo, es el clásico de la pulga que dibujó en 1665 Robert Hooke, un trabajo increíble que a día de hoy sigue aportando a la ciencia.
En Science Illustration (Taschen), podemos adentrarnos en too esto y más. A través de un recorrido visual y didáctico por la ciencia, el libro reúne a 700 científicos y más de 250 descubrimientos en anatomía, física, química, astronomía, mecánica y muchos otros campos. Todo combinado con textos detallados, breves, claros y accesibles para todo tipo de público, y las ilustraciones que presentan el trabajo de científicos e inventores pioneros como el mencionado Andreas Vesalius, Isaac Newton, Marie Curie, Rosalind Franklin, Graham Bell o Thomas Edison, entre otros.
Estructurado en cuatro épocas: siglos XV al XVII, siglo XVIII, siglo XIX y siglo XX; hace una breve introducción de cada una de ellas, con una selección de seis biografías de científicos destacados, como por ejemplo Isaac Newton, Carl Linnaeus, Ada Lovelace, Albert Einstein, Alexander Fleming, junto con el desarrollo y aportación de las nuevas técnicas gráficas de cada momento y cómo han influenciado en el desarrollo y representación de las ideas.
Imágenes que revelan caminos inesperados e innovadores de exploración, experimentación o aplicación especulativa. Las representaciones científicas también son un experimento mental del lenguaje visual de la ciencia. Una herramienta de conocimiento y difusión de una riqueza estética ilimitada. Desde la geografía hasta la astrofísica, desde la anatomía hasta la medicina molecular, desde la química hasta la física cuántica, los científicos nunca han dejado de querer romper las leyes de la naturaleza y aprender de ellas y sus posibles aplicaciones.
Anna Escardó, autora de esta magnífica antología gráfica, ha seleccionado con gran rigor las piezas que mejor combinan el impacto y atractivo visual con los hitos importantes en la historia de los avances científicos. Aunque el arte se interpreta como un medio expresivo y un punto de vista del artista, su aplicación en la ciencia tiene una función esencial y vital para la transmisión del conocimiento visual que acompaña a esos logros teóricos y prácticos y que ayuda a comprender y a destacar la importancia de dicho progreso o descubrimiento.
John Ruskin decía «si puedes pintar una hoja, puedes pintar el mundo». Todo se encuentra en la naturaleza de las cosas, y en este libro se encuentran verdaderas joyas como la representación de de John Emslie que hace de la Tierra y su atmósfera en 1849, el Rinoceronte representado por Durero, las acuarelas de la luna de Galileo, el Atlas de anatomía humana y cirugía de Bourgery, los diagramas estadísticos de Florence Nightingale que recogían las bajas de guerra o las rápidas anotaciones de Einstein sobre la teoría general de la relatividad, la escala creada por el sismólogo Charles Francis Richter o la máquina bomba de Alan Turing que ayudó a descifrar los mensajes encriptados de la máquina nazi Enigma y muchos hitos más que nos hacen la vida más fácil en la actualidad.
La ciencia busca generar nuevos conocimientos a través de la observación entre otros métodos, por lo que observar este libro y sus más de 400 páginas, es materia obligatoria para disfrutar, aprender y lograr entender el método gráfico de la ilustración científica, un viaje trepidante y alucinante que comienza en el siglo XV cuando surgió el Renacimiento y se empezaron a suceder una serie de descubrimientos y que no paran hasta hoy, a través del conocimiento, el arte y sobre todo, la ciencia que busca el entendimiento y el porqué de todo aquello que nos rodea.
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