Belle de jour (1967) es una de las películas más icónicas de Luis Buñuel y un referente absoluto del cine surrealista. Basada en la novela homónima de Joseph Kessel, la película cuenta la historia de Séverine (interpretada por Catherine Deneuve), una mujer de clase alta que, a pesar de llevar una vida acomodada con su marido, siente una profunda insatisfacción emocional y sexual. Movida por unos deseos reprimidos, comienza a trabajar en un burdel durante las tardes, explorando así sus fantasías más oscuras.
Buñuel, fiel a su estilo, disuelve los límites entre realidad y sueño, creando una atmósfera ambigua en la que las fantasías de Séverine se entrelazan con su cotidianidad. La película aborda sobre todo temas como la represión, el deseo y la hipocresía dentro de la burguesía, con la incisiva crítica social característica del director turolense.
Para adaptar la novela de Kessel, Buñuel trabajó junto a Jean-Claude Carrière, con quien tuvo que superar múltiples diferencias creativas para completar el proyecto. Esta colaboración es mostrada en el cómic Buñuel y los sueños del deseo (Reservoir Books), realizado por Esteve Soler, Óscar Arce y dibujado por Fermín Solís.
A través del lenguaje icónico del cómic, los autores narran ese tormentoso proceso creativo que puede haber detrás de una adaptación cinematográfica. Representando varios escenarios entre Madrid, París y México, durante cinco semanas, los artistas buscan ese camino que les lleve a su meta final, que es la de escribir el guión para materializar la película. Un proyecto maldito que ya ha pasado por las manos de varios directores, guionistas y productores. Así, el lector se encontrará ante la segunda colaboración entre Buñuel y Carrière, en un momento en el que la mitad del mundo del cine daba por acabado al genio aragonés y la otra mitad lo daba por muerto.
El trazo de Solís da forma y construye un relato gráfico con toques líricos que reflejan el sufrimiento intelectual de Buñuel, al intentar dar forma a ese proyecto complejo. Con la ayuda de Carrière y reinterpretando la realidad del director, avanzan para construir un relato que no ofrece respuestas claras, dejando que el lector navegue por las múltiples capas del subconsciente.
Una historia que compacta a la perfección con el estilo de Solís, ya que es reconocible por su sensibilidad y capacidad para transmitir emociones complejas con trazos minimalistas, sin perder la representatividad ni el detalle. Las expresiones sutiles, junto con viñetas que juegan con los silencios y los espacios vacíos, refuerzan el tono contemplativo de la narrativa visual.
Además, Solís tiene un talento particular para capturar atmósferas. Utiliza una paleta de colores suaves, con tonos terrosos y pasteles que envuelven las escenas en melancolía. Cuando la historia lo requiere, introduce elementos oníricos o surrealistas sin romper la armonía visual, algo que encaja a la perfección con el universo de Buñuel.
En Buñuel y los sueños del deseo, las composiciones de página son dinámicas y precisas: Solís sabe cuándo dejar respirar la escena y cuándo imprimir más ritmo a la narración. Cada viñeta se convierte así en una pequeña ventana a la sensibilidad y el universo interior de los personajes, que junto a Arce y Soler, consigue este trio de autores componer un cómic que hará que los amantes del cine, y especialmente de Buñuel, se lancen a el en una lectura sin descanso.
En definitiva, Buñuel y los sueños del deseo trasciende la mera biografía para adentrarse en los intrincados caminos de la creación artística y la amistad. A través de una estructura narrativa cuidada y una ilustración evocadora, el cómic invita al lector a explorar la mente de uno de los cineastas más influyentes del siglo XX y a comprender las luchas y triunfos que acompañaron la gestación de una de sus obras maestras.