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1578. Tractado de las drogas y las medicinas de las Indias Orientales

Javier Noriegael

 “El primer I+d de cooperación España-Portugal”

“me hizieron, dexada mi patria, buscar por diuersas regiones y prouincias sabios y curiosos, de quien pudiesse aprender cadadía algo nuevo”

“procuraré offrescer te otro tratado mayor, y más copioso, con el resto de las más delas yeruas, plantas, fructos, aues y animales assí terrenos como aquátiles, que
en aquellas partes y en la Persia y en la China ay”.

Cristobal de Acosta. Botánico, médico y cirujano español. Siglo XVI

El Museo Naval de Madrid inauguró el pasado 15 de Septiembre la exposición dedicada al Galeón de Manila. Una memoria necesaria de cómo fue posible crear aquella ruta que unió tres continentes de manera continuada durante 250 años, convirtiéndose en una de las primeras redes global de intercambio comercial, cultural y político, de la historia. Sociedad, economía y cultura, en su mejor expresión. Desde la codiciada pimienta, clavo y canela de la época, pasando por la porcelana, marfil y laca. Elaboradas telas, desde exóticos tafetanes, sedas y terciopelos rasos pasando por biombos japoneses, abanicos, afiladas espadas japonesas mullidas alfombras persas y jarrones de la dinastía Ming. La “nao de la China” era un fenómeno de la época que incluso ha pedurado hasta nuestros días.

Desde Manila, pasando por los puertos de Nueva España, Acapulco, La Bahía de Banderas (Nayarit), San Blas (Nayarit) y el Cabo San Lucas (Baja California), el galeón dejó huella en la historia. Y en esas historias, miles a lo largo de los siglos y el devenir de las naves, las personas, como siempre, ocupan un lugar trascendental. A bordo iban todo tipo de misiones, incluidas las científicas. Como ya vimos en espejo de navegantes con la increíble aventura de Francisco Hernández, los reyes de España que eran protagonistas  y responsables de aquel descubrimiento del nuevo mundo,  Carlos I y Felipe II principalmente, se preguntaban acerca de “las medicinas para erradicar los males del mundo”. Al mito del “Dorado” había que apuntar una pensada realidad. La de encontrar nuevas plantas que solucionasen los problemas y enfermedades que asolaban a la vieja Europa. ¿Quien sabe que podían encontrar en aquellas tierras?. Si Francisco Hernández fue la referencia en América. Cristobal Acosta sería el enviado a Oriente para hallar las nuevas soluciones. He aquí su apasionante historia.

 

 

Sesudos botánicos que exploran el mundo

En la dedicatoria,  el autor ya nos define perfectamente su obra;  “es vn verdadero trasunto y retrato de muchas plantas medicinales no conoscidas ni vistas por ninguno delos antiguos queen esta materia escriuieron”. Y así no tiene ningún inconveniente en corregir al mismísimo Galeno, a Dioscórides, a Serapio, a Plinio, a Teofrasto, a Matiolo, a Esidoro y a Avicena, entre los antiguos, y a Antonio Musa, entre los modernos, pese al prestigio de los escritos de todos ellos y la autoridad que suponían en la materia. Como le ocurrió a su colega Español, Francisco Hernández que exploraba y se pateaba concienzudamete las sierras Mexicanas, Pacheco nos transmite un legado basado en el empirismo y la experiencia. Aquellos licenciados que exportaban las necesidades de un Imperio y las universidades Españolas, nos dicen que su método se basan en la observación de la realidad, y en explorar, catalogar en directo las plantas: “procuré ver por diuersas regiones y prouincias la diuersidad de plantas que para la salud humana Dios ha criado, me dispongo a escreuir como testigo de vista, y tal que puedo dar entera y verdadera relación de lo que en este breue tratado va colegido”. Su forma de proceder, por su rigurosidad y afán científico dejaría huella en la historia.

Y tanto Hernández, como Acosta no se limitaban a contar pormenorizadamente lo que veían y probaban, sino que también preguntaba a los médicos locales, con la observación y paciencia de un científico. La cooperación entre los médicos del lugar, a los que tenía por autoridad, ya que poseían experiencia en sanar con las plantas que describe. No podemos olvidar en este sentido  el importante influjo de García de Orta, científico judío y portugués, por cierto con una biografía de novela con final trágico, al que conocía y que era una importante referencia en nuestro país vecino como ilustre botánico. Eran tiempos apasionantes. El Imperio portugués en Oriente era garantizado por el Tratado de Tordesillas, y Portugal dibujaba el mundo en aquellos confines. Mascate, Ormuz, Baréin, Diu, Bombay, Goa, Ceilán, Malaca, las islas Molucas, Macao y Nagasaki. Con la experiencia de transitar por todas esas rutas y la sabiduría ancestral de cada uno de los territorios;  Acosta comenzaba a trabajar en su importante misión con el viejo y experimentado botánico portugués. Comenzaba a nacer posiblemente uno de los primeros actos de cooperación en materia de investigación entre Portugal y España. El inestimable conocimiento de las especias orientales y de medicinas se revela en su única obra conocida, Colóquios dos simples e drogas he cousas medicinais da Índia , publicada en Goa en 1563 era un imprescindible antecedente. Actualizaba toda una serie de sustancias y plantas medicinales, muchas de ellas desconocidas o sujetas a confusión y mala información en Europa en esa época. “Se verifica mucho de lo que escrivio el doctor García Orta”, exclamaba el medico y cirujano Español.

Buscando los remedios del mundo en Asia y América con los vientos del Renacimiento

En sus descripciones, Acosta sigue un patrón ya conocido, el de Valerius Cordus –quien, a su vez, había descrito remedios americanos–, utilizando un método claro y riguroso que consistía en lo siguiente; En el momento de descubrir las nuevas plantas, primero realizaban una descripción general de las mismas (indicando su tamaño, forma, aspecto, aspectos relevantes, etc.), para posteriormente y en plena observación minuciosa del ejemplar, proceder a la descripción de sus partes (raíz, tronco, corteza, hoja, y sus olores y sabores), con la descripción de la flor y sus partes, descripción externa e interna del fruto (tamaño, color, olor, sabor, consistencia, semilla, etc), y descripción de los lugares en que se encuentra y cultivo. Los aires de cambio del renacimiento y el gran laboratorio que significaban los nuevos descubrimientos,  suponía una revolución en el mundo de las ciencias, pues se emprendió el estudio minucioso del universo material y de la naturaleza humana por medio de hipótesis y experimentos. Acosta era el hombre perfecto para aquella expedición. La lectura apasionada y apasionante de “The many books of nature: Renaissance Naturalist and information overload” de Ogilvie, o el hispano de Tormo Molina, «Historia de la Botánica. El Renacimiento», en sus lecciones hipertextuales de Botánica, nos trasladan a un tiempo y horizonte impresionante donde se descubría el mundo yen donde se dispone en justa dimensión el impulso de la botánica. La historia y su azaroso péndulo dispondría en el horizonte imaginario, como expediciones famosas botánicas al Beagle y al archiconocido Darwin. Como podemos ver, casi 250 años antes, con un cuarto de milenio de anterioridad, Españoles y Portugueses transformaban conjuntamente el nuevo mundo conocido, con menos instrumentos, medios y capacidades, pero con ingentes resultados.

Las rutas comerciales, la navegación y los barcos transportaban sus semillas y su conocimiento, pero es curioso, el capitán Stevens , un capitán de navío inglés, en el siglo XVII, utilizando a Da Costa pasaría a la historia, además en una. O si no tomen nota. Nuestro protagonista fue el primer lexicógrafo que se aventuró a compilar en 1705 el primer diccionario bilingüe inglés-español. Fue publicado en un volumen dedicado a Charles Killigrew. En él están ambar, ananás, árbol triste, azafrán de las Indias, carambola, carcapuli,charamey, datura, jaca, jambolion,  jangoma, manga, moringa, negundo, nimbo, palo de la China, palo de Maluco, panava, pavate y sargazo. Tal y como detallaba el botánico hispano. O si no vean el ejemplo en la siguiente traducción.

Acosta:
Del açafrán delas Indias . […] su pie o tronco es hecho de ajuntamiento de hojas, la raýz es muy semejante al gengibre por defuera, y por dentro es muy amarilla […]. Esta raýz es vna medicina muy vsual enlas Indias, assí para teñir los guisados, como para enfermedades de los ojos, y para la sarna con çumo de naranjas, litargirio, y azeyte de coco. Es mercancia que se lleua mucha para el Arabia y para la Persia y otras partes […].

Stevens:
azafrán de la India, a plant in India, so call’d by the Europeans because it has the qualities of zafrán. Its stalk is composs’d of a mass of leaves. The root without is very like ginger, and yellow within, and is much us’d in India to colour broth, for diseases in the eyes and for the itch, mix’d with juice of oranges, lytharge, and oyl of coco-nuts. It is a great commodity in carabia, Persia, and other parts […].

Construyendo Imperios y “haciendo Ciencia”

Estos herbarios que construyen nuestros científicos pioneros, que contenían un listado y descripción de numerosas hierbas, sus propiedades y virtudes, particularmente referidas a su utilización como plantas medicinales, tuvieron la virtud de suplementar y, más tarde, reemplazar el conocimiento transmitido oralmente. Desde los Imperios se necesita catalogar y hacer ciencia. En la botánica, punta de lanza de la investigación científica de la época, con sus aires, se comienzan, como magistralmente apunta John Elliott en su “el viejo mundo y el nuevo, 1492-1650″. Acosta y Hernández sin darse cuenta son protagonistas vivos de la historia. Sus dibujos de plantas, la utilización del nuevo papel sobre el que plasmar sus dibujos o incluso la utilización de la imprenta da paso del viejo, al nuevo mundo. Del medioevo a la época moderna, curiosamente encabezados por España y Portugal.

La exposición de las plantas era objetiva, y, como en cualquier tratado de tipo técnico, sin alardes estilísticos. Su voluntad no es la de divagar, las monarquías necesitaban realidades a las que atenerse. No eran tiempos para fabular, sino de “cartografiar”, como se hacía por otro lado en la mar: “si huuiera de contar qüentos que en este caso he visto y oýdo, y las differencias de personas que yo vi con estas enagenaciones, mucho papel borraría”…

 

A este propósito es muy relevante señalar lo que el investigador del CSIC Manuel Lucena establece; «no resulta una presunción afirmar que la visión historiográfica de Elliott desde El viejo mundo y el nuevo (1972), hasta Imperios del mundo atlántico (2006), ha supuesto la normalización de las visiones históricas de la experiencia imperial española, tras demasiadas décadas de ignorancia, descalificación y oscurantismo”. Su descripción es muy clara y relevante. En la misma línea, el catedrático de Historia contemporánea de la Complutense, Fernando Bouza, «Elliott ha sido el historiador que mejor ha introducido la historia de España de los siglos XVI y XVII en el debate internacional, consiguiendo romper el prejuicio de que ésta constituía un modelo excepcional, distinto de la evolución de Francia o Inglaterra, a tal punto que hoy muchos historiadores ven un reflejo de lo que el ha llamado «Monarquía compuesta» en la historia británica, fruto de los pactos matrimoniales entre Escocia e Inglatrerra. La deuda que los españoles tenemos con él es muy grande, porque ha normalizado nuestra historia».

Gracias a la obra de Acosta, se pudieron conocer la virtud curativa de las drogas que formaban parte de los cargamentos de las naves europeas que iban y venían a Oriente. Su valor es sobresaliente. A bordo de sus cubiertas irían muchos de los plantones y las semillas. En el manuscrito de Acosta el futuro de las mismas. El éxito apreciado por los círculos científicos se reflejó en el rápido número de ediciones españolas que conoció el texto desde su pùblicación, así como su rápida traducción al latín (Amberes 1582), al italiano, (Venecia 1585) y al francés (Lyon 1619). La versión Latina, primero de manera independiente y despúes, justamente unida al libro de Orta, se debió al prestigioso botánico flamenco Carolus Clusius. Sus grabados, quedarían incorporados a la extensa historia generalis plantarum de Jacques Daléchmaps, Johannes Bauhin y Jeans Demoulins.

 

 

 

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