Ángel González Abad el 21 sep, 2013 Los carteles que ha presentado para la próxima Feria del Pilar la empresa que todavía gestiona la plaza de La Misericordia no son más que el triste final de una triste historia. ¿Culpables? Aquí nadie puede irse de rositas. Todos, menos los maltratados aficionados. Desde la propiedad de la plaza -Diputación Provincial de Zaragoza-, a las últimas empresas, también toreros y ganaderos que no han respetado muchas veces la categoría de la plaza, y hasta los medios de comunicación que han -hemos- practicado una extraña connivencia chovinista. Así pues, nos encontramos en un escenario inimaginable hace unos años. Con una empresa que hace y deshace a su antojo, a la que poco le importa el contrato que firmó con la propiedad y mucho menos cumplir con los aficionados. Con una deuda por la falta del pago del canon de arrendamiento que puede alcanzar los 300.000 euros, con una rémora de festejos sin programar del primer ciclo, y que presenta una Feria del Pilar que no cumple ni de lejos con su propio compromiso. Todo esto sin entrar en el lío de denuncias judiciales que envuelve el ambiente. Muy pocos entienden el tipo de contrato que une a la empresa Serolo con la Diputación Provincial de Zaragoza, el documento que se firmó en marzo de 2012 tras resultar ganadora del concurso de adjudicación de La Misericordia hasta finales de 2016, con posibilidad de otras dos temporadas de prórroga. Muy pocos entienden que tras un pleno de la institución del pasado mes de diciembre en el que todos los grupos políticos acordaron que Serolo no podía ni debía seguir al frente de la plaza por sus incumplimientos, los empresarios sigan gestionando el coso zaragozano. Y además sin el mínimo rigor en el cumplimiento del contrato que les ata a la corporación, con una impunidad sorprendente ante quienes deberían velar precisamente por ese cumplimiento y, especialmente, por los aficionados, pocos o muchos, que todavía quedan en la capital aragonesa. La Misericordia vive un momento crucial, consecuencia de una época de deterioro en el que desde la Diputación no se sembró una base de futuro. Corporaciones de distinto signo político se acomodaron en unos concursos en los que primó la cuantía del canon de arrendamiento por encima de otras exigencias. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. Es un hecho cierto que en la última década, Zaragoza ha ido perdiendo peso específico en el conjunto de la temporada española, que la solidez de su temporada y de su Feria ha hecho aguas, que su albero ha dejado de ser escenario de grandes acontecimientos… Y si a esto unimos una profunda crisis económica, nos encontramos que todo ha desembocado en la situación actual con una huida de abonados, una temporada fantasma y una paupérrima Feria sin apenas alicientes que hagan pensar que el gran público volverá a encontrar el camino de la plaza. Porque el problema de la programación presentada por Serolo no es que sean menos festejos de los comprometidos, ni siquiera la presencia de toreros que poco o nada dicen a los aficionados que todavía se interesan por el devenir de la plaza. La gravedad estriba en que La Misericordia puede dejar de ser definitivamente el punto de encuentro que ha sido durante sus más de doscientos años para la sociedad aragonesa. Y si eso acaba sucediendo, Serolo no será el único responsable. Toros Tags DiputaciónSerolotorosZaragoza Comentarios Ángel González Abad el 21 sep, 2013