Sudamérica tiene razón. Lo sucedido con Evo Morales, forzado a pernoctar en el aeropuerto de Viena tras la prohibición de Francia, Italia y Portugal de sobrevolar su espacio aéreo, no tiene justificación. Las sospechas de que llevaba de polizonte a Edward Snowden, aunque hubieran tenido fundamento, no podían servir para darle el trato recibido.
Si en lugar de ser Evo Morales, el pasajero hubiera sido Angela Merkel, Mariano Rajoy, Putín o el mismísimo Obama, cabría preguntarse si los países mencionados habrían obrado de igual modo. Conductas de esta naturaleza sirven en bandeja el discurso resucitado de “colonialismo”, “imperialismo” y “espolio” al que recurren con frecuencia en Bolivia, Ecuador, Argentina y Venezuela para sacar provecho político.
La presunta insistencia del Embajador de España, Alberto Carnero, en subir al avión de Evo Morales, -según éste- para tomar un café y comprobar “in situ” que no estaba el ex técnico contratado por la CIA, arroja más leña al fuego pese a las explicaciones del Gobierno. Unasur, con razón, se despachará a gusto contra Europa.
(Última hora. Un grupo de indígenas asedia la Embajada de Francia y quema banderas de éste país, de Italia y de…)
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