Hoy se cumplen tres meses de la muerte de Néstor Kirchner. El tiempo pasa rápido para algunos y demasiado lento para otros. Los jóvenes que desfilaron por la Plaza de Mayo no están. La multitud que creyó imposible vivir sin él no asoma por ningún rincón. Los sindicalistas, los piqueteros, los que se declaraban leales al proyecto K, piensan en otra cosa. Es verano en Argentina. Caluroso, húmedo y seco. El clima depende de la ciudad o del pueblo. Como si fuera agosto en España. El recuerdo del líder o del féretro donde se ocultó su cadáver, es viejo para el país. Su viuda, sus hijos, siente algo diferente. Se fueron al sur a visitarle. Antes, ella dijo que Argentina era “una criatura a la que se le fue el padre” pero le queda “la madre” . También que la defenderá (a la niña) “con uñas y dientes”. Los detalles de la escala en el Campo Santo son secretos. La presidenta lo hace todo a puerta cerrada. Pero su difunto marido ya no es noticia ni para la prensa. La suya, la que más, publica un puñado de líneas. La memoria, al final es música de YouTube. Las elecciones están cerca y eso, es cosa de vivos.
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