Carmen de Carlos el 23 mar, 2014 Argentina es sino el primero quizás el segundo país con más días festivos de Sudamérica y posiblemente, del continente y del mundo. Se celebra todo. Lo bueno y lo malo y si el día elegido cae en fin de semana se traslada para hacer un puente que, según explicación vieja de este Gobierno joven o imberbe que diría el general Perón, sirve para impulsar el turismo. El último “feriado” conmemora el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Isabel Martínez de Perón perdió la Casa Rosada, el poder que no supo ejercer y la escasa dignidad que le quedaba. La mayoría de sus paisanos, aunque ahora muchos lo nieguen, vio con buenos ojos el fin de su Gobierno. Algo muy parecido a lo que sucedió en Chile con el golpe de Augusto Pinochet a Salvador Allende, un mal presidente pero un hombre digno y coherente. La historia está, aunque fresca, presente para confirmarlo. Néstor y Cristina Kirchner llegaron al poder en mayo del 2003. El difunto ex presidente, una vez impuesta la banda presidencial, abrazó la bandera de los derechos humanos y de la justicia eterna que hasta ese momento había ignorado desde su feudo como gobernador de Santa Cruz. En aquel discurso pidió perdón al país por la indiferencia de los gobiernos anteriores y ofendió al único presidente de la democracia que se había puesto al servicio de las víctimas de la dictadura (1976-83) durante el régimen y sentado en el banquillo a los máximos responsables de siete años de torturas, muerte y desaparición de miles de argentinos: Raúl Alfonsín. Los derechos humanos presentados como causa propia y exclusiva sirvieron en esta larga década “kirchnerista” para reabrir decenas de juicios a militares y represores. La historia dirá si todas las condenas se dictaron con justicia. Pero esta política tuvo otro beneficio para el triple Gobierno “K”, se impuso el vale todo y la sospecha como prueba de cargo para lograr fines políticos. La cruel persecución desatada contra los hijos adoptados por Ernestina Herrera de Noble (Clarín), desde el Ejecutivo, las Abuelas, las Madres de Plaza de Mayo, la prensa pro gubernamental y un sector de la justicia, son un ejemplo de que las víctimas no importan para el poder cuando éste busca un fin. La conducta del matrimonio Kirchner, que vivió felizmente en el sur, hizo negocios espléndidos durante la dictadura y olvidó recordarle a Carlos Menem que estaba en contra de los indultos a los jerarcas de las juntas militares, ha tenido un efecto terrible en buena parte de la sociedad que no militó en los años 70 ni tenía una conciencia política a flor de piel. El abuso de poder y el atropello bajo el presunto amparo del resguardo de los derechos humanos, pareciera que ha tenido como efecto en un sector de la sociedad, el rechazo a causas justas y nobles como son la recuperación de los seres queridos (con vida o sin ella) desaparecidos por el régimen. El caso de Hebe de Bonafini, titular de la versión inicial de la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, defensora sistemática del terrorismo que considera de izquierdas (Eta, Farc etc) y madre adoptiva, al que luego repudia, de un ex preso y parricida, Sergio Schoklender, produce tristeza infinita. Ambos, con ayuda de otros, construyeron viviendas de protección oficial con fondos de Estado “kirchnerista” que dieron lugar a un desfalco sin precedentes. El de Stella de Carlotto, titular de Abuelas de Plaza de Mayo resulta más desolador porque nunca había dado indicios de ser diferente así misma. Ceñida a la búsqueda de los nietos de padres desaparecidos que los militares secuestraban y entregaban a familias afines o conocidas, su imagen gozaba del respeto mayoritario. Su militancia incondicional al kirchnerismo, su defensa de la violencia guerrillera de los 70 y su conducta en el caso emblemático de Marcela y Felipe Noble (“las pruebas del delito las llevan en su cuerpo y no las pueden ocultar” llegó a decir) la han convertido en otra fanática del Gobierno y provocado que, en buena medida, la gente pierde de vista lo importante y admirable que fue y es encontrar a esos niños que hoy son hombres y mujeres. Estos dos ejemplos son una muestra de la metamorfosis sufrida durante lo que Cristina Fernández de Kirchner llama la “década ganada”. La Unión Cívica Radical (UCR) a la que pertenecía Raúl Alfonsín, reaccionó en este “feriado” del golpe del 76 con una pregunta y cuatro respuestas para Cristina Fernández de Kirchner. “¿Qué hiciste por los derechos humanos últimamente?” le preguntó a la Presidenta en una colección de afiches callejeros. A renglón seguido le recordaba: “51 muertos en Once (accidente ferroviario bajo la sombra de la corrupción), persecución a los Qom (indígenas reprimidos), apoyo a la represión venezolana, Milani”, éste último jefe del Ejército nombrado por ella vinculado a la dictadura. Dicho todo esto, lo importante es el “feriado” del golpe. El resto, puede esperar. Política Tags alfonsínargentinaderechos humanosdictaduragolkpekirchnervidela Comentarios Carmen de Carlos el 23 mar, 2014