No pasa un día sin que estalle un escándalo relacionado con el fortunón de los Kirchner. El último apunta al corazón de los empresarios amigos del matrimonio. Estos, curiosamente, tienen una habilidad especial para quedar como finalistas en las licitaciones de grandes obras públicas. Los mismos, -sus nombres se repiten-, han desarrollado un olfato extraordinario para comprar tierras baldías que luego les expropian o venden con pingües beneficios. En esto, dicho sea de paso, tienen buenos maestros. Como es sabido, es en el sector del ladrillo, la pala y la grúa, donde -como en todos los países- se cuecen las habas de la corrupción. Es decir, campo abonado para sembrar poco y en tiempo récord llevárselo crudo. ¿Se entiende?
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