Carmen de Carlos el 06 may, 2018 La historia se repite y seguirá en ese circulo vicioso hasta que alguien logre demostrar a los argentinos que su país, tiene futuro sin necesidad de estar casado o amancebado, con el dólar. Dicho de otro modo, que Argentina no está condenada a sufrir crisis tras crisis donde se pasa del todo al nada. Es decir, de rico a pobre y viceversa en un abrir y cerrar de ojos. Esta semana el billete verde volvió a ser un tiro al aire y el peso se desplomó. La subida de los tipos de interés en EE UU provocó un efecto similar en otros países pero la reacción de la población fue totalmente diferente. En la caída a plomo del peso, cundió el pánico, se levantó la veda del miedo y se agitó el fantasma inexistente de la crisis del 2001. Por un lado, los hechos amenazaban y por otro, determinados políticos y analistas parecían disfrutar con pronósticos apocalípticos. El cimbronazo fue importante pero la sacudida no supone el fin de Argentina ni mucho menos del Gobierno de Mauricio Macri, atribulado frente a la adversidad y desencantado con el sabor de su propia receta económica que, en el fondo, es política. El Gobierno empezó mejor que bien a administrar una herencia de terror y cuando superó el bautismo de fuego, de apenas un año, con Alfonso Prat Gay se deshizo de él. Al hombre que logró hacer posible lo que parecía imposible (liberar y unificar el cambio, saldar la deuda y empezar a sincerar la economía sin que el país se hundiera) le enseñaron la puerta de salida por no ser lo suficiente “Pro”, por tener palabra propia y credibilidad con nombre y apellido fuera del club del macrismo. Pretender que Nicolás Dujovne (con o sin “chocoarroz” en la boca) hable con los mercados, las inversiones y los argentinos en el mismo idioma que Prat Gay es tratar de tocar el cielo de la abundancia desde el pozo de escasez. Mauricio Macri no logra que la economía despegue, ni consigue enterrar la inflación o acercarse a su promesa de “pobreza cero”. Insiste con el mismo camino y vuelve a tropezarse con los mismos obstáculos. Es cierto que no tiene mayoría en ninguna Cámara pero también que Argentina es un país presidencialista y él tiene o tenía, muñeca de sobra para negociar y mano firme para definir. Macri actúa como si no alcanzara a entender por qué pasa lo que pasa a su alrededor. El presidente parece no darse cuenta de que, esa pescadilla histérica del dólar y la economía, no dejará de morderse la cola mientras no cumpla consigo mismo y haga lo que promete su coalición: Cambiemos. Razones para hacerlo ya le sobran. Política Comentarios Carmen de Carlos el 06 may, 2018