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Última entrevista de ABC a Laura Bonaparte

Carmen de Carlos el

Murió a los 88 años. Vivió intensamente. También moría un poco cada vez que uno de sus hijos, o yernos, o nuera o ex marido, desaparecía de Argentina. Los años de plomo más duros del siglo XX –en su país-  empezaron con el terrorismo de Estado de la viuda de Perón y con sus sucesores, los militares que le dieron el golpe final. Ésta, es la última entrevista que Laura Bonaparte concedió a ABC. Descanse en paz.

-Han pasado 25 años desde que Argentina recuperase la democracia, «aunque en América Latina, las democracias lo son a medias», matiza Laura Bonaparte, de 83 años. Madre, viuda y, durante algunas horas, abuela de dos bebés desaparecidos, lo único que no ha cambiado en todo este tiempo es que el terrorismo de Estado de los años 70 se llevó a siete personas de su familia que hoy continúan en paradero desconocido: «Son muertos pero no lo son. Están pero no están», murmura.

Ella y su marido, el bioquímico Santiago Bruschtein, fueron los primeros en la historia en denunciar a las FF.AA. y, en su condición de comandante en Jefe, a la ex presidente Isabel Martínez de Perón, bajo cuyo Gobierno, su hija Aída Leonora, fue asesinada. «Nos ofrecieron recuperar sus manos. Las conservaban en formol, en un frasco con el número 24, pero les dije: no, yo quiero a mi hija entera», recuerda. Unos meses más tarde, consumado el golpe del 24 de marzo de 1976, los militares entraron a patadas en la casa de Bruschtein, del que «ya estaba separada -observa Laura-, y le sacaron a golpes al grito de «¡Cómo un judío hijo de puta pudo hacer un juicio a las Fuerzas Armadas!». No lo volví a ver». Le prendieron fuego y murió bajo las llamas.
Había comenzado a escribirse la lista de desaparecidos de su familia. Cayó el yerno de Bonaparte, Adrián Saidón, «asesinado en la calle» el 24 de marzo de 1976; su otra hija «Irene Mónica y su marido, Mario Ginzberg», secuestrados un año más tarde. El último fue el menor de sus hijos, «Víctor, con su compañera, Jacinta Levi», sacados de su vivienda el 19 de mayo de 1977. En total siete, cuyas fotos, durante décadas, Laura Bonaparte ha llevado prendidas en la solapa para que no hubiera, «olvido ni perdón», insiste.
«El deseo de matar lo tuve millones de veces pero una cosa es el deseo y otra llevarlo a cabo. Sería actuar como ellos, copiar lo que les hemos criticado. La venganza te hace peor», sentencia para explicar la ausencia de casos de justicia por propia mano en este cuarto de siglo de democracia. «Nunca tuve mucha fe en la justicia pero han cambiado cosas en estos 25 años… Los juicios, las condenas, las penas…».
Algunos de los represores que exterminaron a su familia y a otras miles -oficialmente hay más de quince mil desaparecidos- han pasado por el banquillo. Su único hijo sobreviviente, el periodista Luis Bruschtein, lo puede contar. Presente en la entrevista pone en contexto la militancia de sus hermanos en algunos de los grupos guerrilleros de los años setenta, como el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP): «La historia y la cultura del momento condujeron a una generación a seguir el camino de la violencia para resolver los problemas. Argentina venía de un golpe detrás de otro. La política no existía, ni la democracia».
En aquella época el médico Hugo Saidón, hijo de Aída, -guerrillera del ERP-, y Victoria Guinzberg, periodista, eran dos bebés. Son los nietos de Laura Bonaparte «que se llevaron los militares cuando asaltaron la casa de Irene», aunque, por fortuna, «los entregaron al portero».

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