Argentina celebra este domingo una gran encuesta nacional bajo el nombre de primarias. La convocatoria, la primera de esta naturaleza, no despejará ninguna duda sobre el nombre de los candidatos a competir en las elecciones del 23 de octubre. Los partidos políticos ya han elegido, a dedo, a los suyos.
El peronismo, como es habitual en los últimos años, se presenta disperso bajo diferentes siglas. El Frente para la Victoria, según los sondeos el de mayor respaldo popular, acude como favorito con la presidenta Cristina Fernández. Unión Popular propone al ex presidente Eduardo Duhalde y Compromiso Federal al gobernador de San Luis, Alberto Rodríguez Saa. En el arco opositor, la Unión Cívica Radical (UCR), coloca sus fichas en Ricardo Alfonsín, hijo del ex presidente Raúl Alfonsín, mientras que para la Coalición Cívica, la diputada Elisa Carrió es su número 1. El socialismo, por su parte, se agrupa detrás del Gobernador Hermes Binner.
Las “internas abiertas y obligatorias”, expresión local de la convocatoria, no tienen ninguna razón de ser al no cumplir su propósito original. Sin embargo, harán un aporte a las elecciones generales. Los partidos minoritarios que no logren el respaldo del 1,5 por ciento del padrón, equivalente a unos cuatrocientos mil votos, desaparecerán del mapa electoral cediendo su terreno a los tradicionales. También resolverá la discusión en candidaturas a cargos municipales o provinciales.
Que el voto sea una obligación y no un derecho resulta llamativo en cualquier elección pero aún más cuando se trata de primarias. Hacer extensible a la ciudadanía, de forma imperativa, un problema estrictamente partidista no parece lógico pero mucho menos la amenaza de la juez Servini de Cubría de prohibir el sufragio en las elecciones (las de verdad), a los ciudadanos que se abstengan de participar en las primarias.