Para abrazar el tronco de un Mapajo se necesitan doce hombres. El árbol más robusto del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), simboliza hoy la resistencia de los pueblos originarios que, unas semanas atrás, se defendieron con un puñado de flechas del asalto de medio millar de policías. Aquellos hombres, mujeres y niños, sobrevivieron al asedio y ataque de la fuerza pública huyendo por los cerros. Muchos anduvieron perdidos durante días, la mayoría sintió que se ahogaba con el humo ácido de los gases lacrimógenos y decenas tuvieron que recibir asistencia en hospitales. Los indios pagaban con su sangre rebelarse contra uno de los suyos, habían hecho frente a la máxima autoridad, al “Jacha Maliku” (Gran Cóndor), al mismo que al actuar bajo la premisa del ordeno y mando, les había traicionado a ellos y, aseguran, a sí mismo. Ese, lamentan decepcionados, no es otro que Evo Morales Ayma, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.
Los agentes anti motines que desmantelaron el 25 de septiembre el campamento indígena de Yucumo no lograron el objetivo del Gobierno: Suspender la marcha que apuntaba a La Paz para lograr detener la construcción de la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, en pleno corazón de la amazonia boliviana, en los departamento del Beni y de Cochabamba. Los que pudieron recuperarse, aún con las vendas en el cuerpo, volvieron a la ruta. Ahora van acompañados del defensor del pueblo, garante de que ningún “uniformado” les volverá a poner la mano encima. Partieron el 15 de agosto de Trinidad, capital del Beni y esperan llegar a La Paz entre hoy y mañana. Son centenares de chiquitanos, guarayos y guaraníes. Suficientes para echarle en cara a su presidente el documento que, a su juicio, ratifica que su tierra, la del Tipnis , es inviolable. “Nuestro objetivo es que se resuelvan los 16 puntos que demandamos (del texto)”, insiste Fernando Vargas, presidente de la Subcentral del Tipnis, “máxima instancia de representación legal y propietaria jurídica del territorio” poblado por 64 comunidades moxeñas, yuracarés y chimaneses.
Los “marchistas” protestan para que ni el asfalto ni las nuevas tribus de cocaleros, los verdaderos hermanos de Evo Morales que están invadiendo el Tipnis, atraviesen uno de los mayores paraísos vegetales y animales del mundo.
A los 10 años Adolfo Moye y sus compañeros de colegio se pusieron delante de una grúa que intentaba “profanar” esta reserva con árboles de hasta quinientos años. Hecho un hombre, lamenta: “Nos estamos quedando sin espacio y sin derecho a vivir tranquilos. La expansión de la coca y la deforestación son las mayores amenazas”. En el Foro Social de Asunción Moye insistió, “Nuestra principal fuente de ingreso era el cultivo de arroz, plátano y yuca pero algunos indígenas, influenciados por los colonizadores (cocaleros), han optado por sembrar coca con el argumento de que es la salvación económica y puede generar grandes movimientos económicos” .
“El origen de la controversia –reflexiona el profesor de la Universidad Católica , Carlos Cordero- está en la Constitución. La pregunta es ¿Quién tiene el control de los recursos naturales? ¿El Estado o las comunidades indígenas?”. La respuesta no es única pero Cordero apunta, “Hay una disposición que dice que el Estado tiene la última palabra pero los indígenas deben ser consultados y eso, no ha sucedido en el conflicto del Tipnis”. Doctor en Ciencia Política de la Sorbonne y ex decano de la Facultad de San Andrés, Jorge Lazarte renunció a la Asamblea Constituyente que elaboró la actual Carta Magna boliviana cuando tomó conciencia de que era imposible evitar que el Mas (Movimiento Al Socialismo) de Evo Morales, promulgara un texto de imposible aplicación. “Lo que hay hoy -analiza- es un conflicto entre la Constitución que hicieron aprobar y los interés propios de los que están en el poder” . Lazarte apunta, como los “marchistas”, a la doble condición de Evo Morales, como presidente de Bolivia y secretario Ejecutivo de las seis Federaciones del Trópico de Cochabamba que agrupa a los sindicatos de cocaleros. Estos también marchan pero para apoyar a su líder.
En el Tipnis hay unas doscientas mil hectáreas “ocupadas por cocaleros ilegales del Trópico de Cochabamba”, observa la historiadora Ximena Costa. La carretera de la discordia les permitiría avanzar más allá de la llamada línea roja que les impide seguir con sus plantaciones ilegales. Ese es el problema de fondo que aprecian los indígenas. El dirigente Abdón Patiño está convencido de que Evo Morales, finalmente, prefiere la coca a la tierra, “este Gobierno –asegura en el diario La Razón de Bolivia– nos ha mentido, de indígena sólo tuvo el rostro y ahora lo estamos descubriendo”.
La autopista de la cocaína
El Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), se extiende a lo largo de más de un millón doscientas mil de hectáreas. La carretera de la discordia está financiada por una empresa brasileña: OAS. El proyecto consta de tres tramos que suman 306 kilómetros y tiene una inversión de 414 millones de dólares. El segundo parte en dos la reserva del Tipnis. Sobre éste, el ex candidato presidencial socialdemócrata brasileño, Jose Serra, dijo que una vez terminado sería una “rodovia da cocaína” (autopista de la cocaína). El Gobierno de Evo Morales no coincide,considera que la vía es imprescindible para mejorar las comunicaciones en Bolivia.
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